Portada  |  27 junio 2019

La increíble vida de Helen Keller: con sordoceguera se convirtió en una gran activista política del siglo XX

A temprana edad una enfermedad la dejó sorda y ciega. Pese a ello se graduó en la universidad y fue una ferviente defensora de las personas con discapacidad. Hoy se cumplen 139 años de su nacimiento. Por eso se conmemora el Día Internacional de las Personas Sordociegas.

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Helen Adams Keller nació el 27 de junio de 1880 en Tuscumbia, Alabama, Estados Unidos, donde sus padres tenían una granja y el periódico Tuscumbia North Alabamian. Era una familia con comodidades y una buena situación económica, sin embargo se vieron envueltos en una mala racha a causa de la derrota de la Confederación, por lo que vivieron de una manera más humilde a partir de ese momento. 

Su madre contaba que Helen era una niña muy inteligente desde que era bebé. A los 7 meses ya decía algunas palabras con claridad y había aprendido a caminar antes de cumplir el primer año de edad. Pero a los 19 meses Helen comenzó a presentar síntomas de una enfermedad que en su época definirían como congestión cerebro-estomacal, y que hoy será el sarampión, la escarlatina o una meningitis.

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Cuando se le fue la fiebre, la pequeña Helen perdió completamente su visión y audición. Sola buscó la manera de comunicarse con su familia, sin ningún tipo de educación. A los 7 años ya había inventado alrededor de 60 señas y gestos de comunicación. Sin embargo, lo más prudente era buscar ayuda, sobre todo en una época donde había muchísima desinformación sobre el tema.

En 1886 el padre de Helen la llevó al especialista en niños sordos Alexander Graham Bell, en la ciudad de Washington. Allí conoció a Anne Sullivan, una joven de 20 años con discapacidad visual que había tomado clases en el Instituto Perkins para Ciegos, quien se convirtió en su  instructora.

Primero deletreó palabras en su mano. Esto fue muy complicado para Helen al inicio, pues no lograba entender que existiese una sola palabra para cada objeto. Helen cuenta en su libro autobiográfico que cuando Anne trataba de enseñarle la palabra “taza”, esta llegó a frustrarse tanto por no entenderla que la rompió. Sin embargo, el proceso de aprendizaje no fue tan traumático, y tan solo un mes después Helen comenzaba a comprender que existía una relación entre las palabras y los objetos. Al pasar los días empezó a deletrear frases y a comenzar a entender los verbos y sustantivos.

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Luego de aprender a comunicarse, Helen estuvo en clases de lectura con los carteles que contienen las letras en relieve. Seguidamente, vinieron las clases de botánica, aritmética y zoología, todo dictado por la misma Anne. A los tres meses de su iniciación en la educación especial, ya Helen sabía leer y escribir el sistema braille y utilizar el lápiz. 

A los 10 años, Helen se había propuesto una nueva meta: aprender a hablar utilizando el método Tadoma, el cual consistía en presionar los dedos sobre la garganta del aprendiz, emitiendo enseguida un sonido, y así éste podía sentir la posición y forma. Luego de las once lecciones, Helen pudo pronunciar algunas palabras.

En 1894, Helen y Anne participaron en la apertura de una escuela para sordos en Nueva York manejada por Juan D. Wright y el Dr. Thomas Humason. Helen asistió a esta institución y estudió en la escuela de señoritas de Cambridge, Massachusetts. Sullivan estuvo a su lado en todo momento, incluso cuando cursaba sus estudios universitarios en Radcliffe College.

La Universidad fue un nuevo reto para Helen, sobre todo por el hecho de que sus clases debían ser impresas en braille y que habían muchas personas con ella, sin embargo siempre se mantuvo una atención especial. Sus estudios fueron financiados por el magnate Henry Huttleston Rogers.

Esa época fue muy importante para Helen, pues mientras estudiaba se despertaron en ella sus primeros pensamientos de izquierda. En la época, el mayor porcentaje de ciegos estaban ubicados en estratos bajos debido a que no eran capacitados y por lo tanto no les ofrecían trabajo, cosa que despertó una necesidad de ayuda en Helen.

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Entre sus causas, Helen apoyó al movimiento feminista Emmeline Pankhurst. El padre de Helen se consideró "sudista" hasta el día de su muerte, alegando que los negros no eran personas, pero Helen siempre se mostró en contra de la esclavitud.

Mientras era estudiante, Helen Keller comenzó a escribir de manera profesional. Su primer libro fue "La historia de mi", traducida a 50 idiomas. Siguieron "Canción del muro de piedra", "Fuera de la oscuridad" y "El mundo en el que vivo".

Se graduó en 1904 con todos los honores, y así se convirtió en la primera persona sordociega en obtener un título de grado. En 1905 Helen se inscribió en el Partido Socialista, lo cual fue muy mal visto en Estados Unidos y la convirtió en objeto de burlas, pues los periódicos amarillistas hacían publicaciones alegando que Helen no podía tener un punto de vista objetivo ante la política sólo por tener una discapacidad.

Keller manifestó su descontento ante el ingreso de Estados Unidos en el conflicto bélico durante la Primera Guerra Mundial, así cofundó la organización Helen Keller Intenational, la cual tenía como objetivo dedicarse a la visión y la salud en general. Helen también se mostró a favor de la Revolución Rusa en 1917 y posteriormente participó en la creación de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles.

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Era una época muy difícil para las personas que tenían alguna discapacidad, más aún para aquellas como Helen que tenían varias, así que ella decidió adoptar una posición de derechos para sus iguales. Consiguó tener una voz, incluso conoció personalmente a todos los presidentes en Estados Unidos, desde Grover Cleveland hasta John Kennedy.

Como su pasión fue ayudar a las minorías, se unió a la lucha constante contra el racismo en su país de origen, Estados Unidos, donde se unió a múltiples organizaciones como la National Association for the Advancement of Colored People.

Entre 1946 y 1957, Helen siguió dando la vuelta al mundo haciendo visitas para motivar a los ciegos.

En 1948, después de haber visitado 35 países, se dirigió a Hiroshima y Nagasaki, donde hubo muchas víctimas que quedaron en las mismas condiciones que Helen por las bombas atómicas.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, Keller también visitaría a los soldados que habían perdido la vista y el sentido de la audición luego de estos sucesos para contar su historia y dar ánimo. 

En 1961 sufrió una secuencia de derrames cerebrales que la incapacitaron también en sus piernas y continuó su vida en silla de ruedas.

En 1964 recibió la Medalla Presidencial de la Libertad y en 1965 fue incluida en el National Women’s Hall of Fame.

Murió en 1968, a los 87 años de edad, tras sufrir una ataque cardíaco. Sus cenizas se depositaron en la Catedral Nacional de Washington, junto a su amiga Sullivan.

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