Portada  |  25 noviembre 2019

Acumuladores: una vida llena de objetos y de problemas

Son montañas y montañas de desechos. Chapas oxidadas. Restos de un auto viejo. Artefactos que no tienen arreglo. Botellas vacías. Latas de pintura seca. Pero no están en un basural a cielo abierto. Están en la casa de alguien que padece un trastorno que afecta al 2,5% de la población: el síndrome del acumulador compulsivo.

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Se trata de la imposibilidad de desprenderse de las cosas materiales. Con el agravante de que, en muchos casos, ni siquiera tienen consciencia de lo que les sucede. A tal punto que viven en condiciones de insalubridad absoluta, casi sin poder trasladarse dentro de sus propias casas. Es como si ya no les pertenecieran a ellos, sino a los objetos que guardan como si fueran tesoros.

Eso le pasa a Horacio, quien tiene 83 años y desde hace 10 no para de juntar cosas. Su caso es paradigmático. Si bien ya tenía una tendencia, fue la muerte de su esposa lo que desató su enfermiza compulsión por guardar todo, incluso los objetos más inútiles.

“El duelo por una pérdida afectiva suele ser un disparador. La persona busca llenar con los objetos la ausencia del ser querido”, explica Mirta Petrollini, docente y psicóloga (MN 11643) de la Institución Fernando Ulloa.

Pero Horacio no puede contar su historia. Lo hace su hija, Verónica, porque para él vivir en medio de montañas de basura se convirtió en lo más natural del mundo. Para cada cosa que guarda encuentra una justificación. Así sea un papel manchado con grasa.

Otra característica de los acumuladores compulsivos es que un gran porcentaje de ellos presenta una patología psiquiátrica asociada, como, por ejemplo, un cuadro psicótico o depresivo.

Es el caso de Tanya, de 33 años. “Desde chica que tengo problemas de depresión, pero también siempre tuve una tendencia a guardar todo. Incluso, como hacía mi mamá, salgo a buscar cosas por la calle y me las traigo, aunque no me sirvan para nada”, cuenta.

El problema no solo afecta a los que directamente padecen el trastorno. También produce graves conflictos familiares e, incluso con los vecinos, porque la acumulación de basura trae aparejada la aparición de roedores y toda clase de plagas.

Y la solución no es sencilla. Se requiere del acompañamiento familiar y de un equipo interdisciplinario. “Sin tratamiento psiquiátrico, terapia y la ayuda de un asistente social es muy difícil superarlo”, sostiene Petrollini.

Es que la vida de un acumulador compulsivo está llena de objetos. Pero, sobre todo, de problemas.

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