Portada  |  08 mayo 2019

"Yo soy un chorro de sangre", otra confesión con Mauro Szeta

Jose Antonio Robles Escochi “El Lágrima” tiene 32 años. Fue condenado a 10 años de prisión por robo agravado por uso de arma de fuego y enfrentamiento. Lleva 9 años detenido. En la cara lleva dos lágrimas tatuadas. Y le cuenta a Mauro Szeta por qué su delincuencia la lleva en el ADN.

Informes Especiales

Nació en San Martín, en Billinghurst, el padre era delincuente y su madre ama de casa. Es el mayor de 9 hermanos. Fue al colegio hasta tercer grado, a esa edad se empezó a escapar de la escuela para ir a pedir en los trenes y en la calle; iba solo y lo hacía para mantener a sus hermanos.

A los 12 años comenzó a robar, junto a un amigo de la misma edad. Le sacaron un revolver 22 mm a la abuela y salieron a la calle para asaltar al primero que pasara, ese día robaron a punta de pistola un auto.

“En ese momento robar me daba miedo, después se empieza a hacer costumbre y lo disfrutás”, dice. Tras el primer robo fueron por más, entraban a punta de pistola a los supermercados y se llevaban la recaudación. En uno de esos robos, mataron a su compañero. En ese mismo enfrentamiento "El lágrima" hirió de gravedad a la agente policial que ejecutó a su amigo.

José tiene más siete tiros en el cuerpo y uno alojado en la cabeza, en la nuca tiene más de seis heridas por cuchilladas que tuvo peleando en la cárcel. Estuvo detenido desde los 16 años por un secuestro seguido de homicidio por el que le dieron 8 años y seis meses siendo menor de edad; habían secuestrado al socio de una tabacalera y en el momento de la entrega del dinero ejecutaron al ex policía que llevo la plata.

“Yo fui el primer condenado menor de edad en San Martín, ni mi abuela me pudo rescatar cuando arranqué a delinquir; todo el que sale a robar sabe que las opciones son la cárcel o la muerte”, cuenta. Su abuela había muerto cuando él tenía 13 años. Una de las lágrimas que tiene tatuada en el rostro es por ella, la otra por su amigo muerto.

“Al principio era todo competencia entre bandas a ver quién secuestraba y robaba más; secuestrábamos o robábamos todos los días”, dice "El Lágrima". Su mayor botín fue un “escruche” en una fábrica, se llevaron seis millones de pesos. “Para robar la fábrica, nos metimos por el cielorraso, así pudimos evitar los censores”, dice orgulloso.

Además de las puñaladas en el cuerpo tiene varias en la cabeza, “yo soy malo con los malos, si querés bondi va a haber bondi”. Hoy es el referente de uno de los pabellones más peligrosos del penal, él lleva el orden.

El robo por el que está purgando pena en la Unidad 42 de Florencia Varela fue una entradera que salió mal y terminaron enfrentándose con la policía.

Tiene tres hijos, dos con una mujer anterior y una nena con la actual pareja. Aunque dice no estar arrepentido de su pasado, asegura que el nacimiento de su última hija lo cambió y desea modificar su vida para poder verla crecer.

Comentarios