Portada  |  23 octubre 2019

"Yo soy mechera", otra confesión con Maurto Szeta

Esta es la historia de Silvana Ortiz. Fue condenada con cinco años y seis meses por unificación de causas de un robo agravado y otra de lesiones graves. Está detenida hace 1 año y 6 meses. Tiene 40 años.

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Silvana Ortiz se crió en Grandbourg sola con su padre porque su madre la abandonó, él era metalúrgico. Tiene dos hermanos menores que también delinquieron.

Su madre era delincuente, se fue varios años de su infancia y luego volvió a buscarla para llevársela junto con su pareja a vivir a Paraguay, luego a Misiones. Su padrastro era paraguayo y huía de Ciudad Oculta porque le habían puesto precio a su cabeza.

La niñez con ellos fue un martirio, él la abusaba y su madre la golpeaba; en varias oportunidades se lo dijo a la madre pero no le creía. Silvana también le contó a una maestra de la escuela a la que iba e hizo la denuncia; el padrastro quedó detenido.

Sin su padrastro en la casa las cosas no cambiaron, su madre delinquía a diario y la llevaba a ella. “En Misiones vivíamos sin un mango, caminaba 11km en patas porque no teníamos ni para comer. Mi vieja me llevaba a robar con ella, me enseñó a hacer ´clink caja, ella distraía y yo abría la caja y me llevaba la plata. Otra cosa que hacía era alquilarme con otras mecheras, ellas me llevaban y le daban a mi vieja una parte de lo robado”, cuenta.

A los 11 años se escapó de la casa, abandonó para siempre el colegio, y decidió volver a Buenos Aires. Fue a vivir a Villegas en La Matanza, tomó terrenos en el barrio José Luis Cabezas y armó una bandita con otras chicas.

“Eramos nenas entre 12 y 15 años, todas nos dedicábamos a robar. En esa época alquilábamos muletas y sillas de rueda para hacer inteligencia en los barrios para después entrar en las casas, vivíamos drogadas con pastillas. Otra cosa que hacíamos era robarle a los ´pito duro´que querían acostarse con pendejas, nosotros nos subíamos a los autos en la ruta y los llevábamos hasta un lugar donde los robábamos”, recuerda.

A los 14 años mató a un narco, que era hermano de la pareja de su madre. El tipo le pegó al hermano y ella le dio dos tiros con una magnum en la intersección de Crovara y Cristania. Tras el asesinato huyó a Misiones, estuvo allí un mes y luego volvió a Buenos Aires.

A los 20 años fue madre por primera vez, después tuvo dos hijos más. En su haber dice tener cuatro intentos de homicidio, aunque es la primera vez que está en la cárcel; antes estuvo detenida poco tiempo en comisarías o cumplió pena con arresto domiciliario. Al padre de sus hijos le clavó un tijera de cortar pasto en tres partes del cuerpo, cuando fue a declarar ante el juez le juró que lo volvería a hacer.

El último intento fue durante una pelea a puñaladas con un vecino que le prendió fuego los autos al marido.

Cayó detenida por un escruche que hizo en zona Norte. “Vi la luz de calle encendida y los papelitos en la puerta y decidí meterme; llegué a robar cosas y salí, me agarraron a las tres cuadras.”, cuenta.

“Ahora estoy arrepentida, más que nada porque no estoy con mis hijos y me duele”, asegura.

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