Portada  |  21 noviembre 2019

"Yo maté a mi marido golpeador", la confesión de Mafalda con Mauro Szeta

Hoy te vamos a presentar un caso que tiene como protagonista a una mujer que no pudo más y resolvió de la peor forma, como terminar con su calvario.

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Ella es Mafalda Beatriz Secreto, de 62 años. Está procesada por homicidio agravado por el vínculo.

Nació y se crió en Colón, provincia de Buenos Aires; toda su vida vivió en la misma cuadra. Padre y madre presentes, el padre fue pintor de obra y la madre se ocupada de ella y sus cinco hermanos. Hizo hasta sólo hasta segundo año del secundario porque decidió que su vida sería la costura.

Comenzó como empleada, luego fue jefa y finalmente logró su sueño de poner su propio taller. A su marido lo conoció en la adolescencia, se casaron y tuvieron dos hijas que actualmente tienen 42 y 30 años.

Los años de relación desgastaron la pareja, y ella le pidió al marido que necesitaba un tiempo para estar sola y reencontrarse como mujer. “Necesitaba un tiempo para mí”, cuenta. Sus hijas ya vivían en Carlos Paz y su marido fue a vivir con ellas. Ella se quedó sola en Colón.

“En ese entonces me reencontré con José Luis, un amigo de la juventud de mi marido que tenía mala fama por haberse dedicado a la piratería del asfalto. Él me juraba que había cambiado y yo le creí”, dice.

Hablaban por whatsapp todo el tiempo, comenzaron una relación amorosa y al poco tiempo se fue a vivir con ella. Los vecinos querían advertirle a ella de lo peliogroso que era José Luis, pero ella estaba convencida que había cambiado. La confianza que tenían en ella le sirvió al hombre para volver a ser aceptado.

Todo cambio en un par de meses. “Empecé a ver las mentiras, yo le compraba tres pares de zapatillas y después desaparecía uno y me decía que se las había olvidado en algún lugar; pero yo me enteraba que las había vendido. También empezó a consumir cocaína y me daba cuenta porque todo el tiempo venían a casa a traerle”, recuerda acongojada.

El carácter de José Luis había cambiado, “cada vez se ponía más agresivo y mentiroso”. Un día encontró el Facebook de Jose Luis abierto y descubrió que en las conversaciones que tenía con otros usuarios hablaba mal de ella.

Su pareja también estafó en 150 mil pesos al suegro de su hija; además había pinchado el teléfono de Mafalda y tiempo después también estafó a su hija con unos cheques. “Había tomado todos mis datos, él se había convertido en un ser macabro, me psicopateaba todo el tiempo”, recuerda. Para esa altura los golpes eran algo habitual.

José iba siempre armado, “el revolver que llevaba con él era la extensión de su cuerpo, lo llevaba en la guantera del auto” recuerda Mafalda.

José Luis la obligaba a Mafalda a consumir cocaína, su vida era un infierno. “Cuando no quería tomar, me agarraba la cabeza contra el plato y me la apretaba con toda su fuerza”. Además de introducirla en las drogas; su pareja comenzó a meterse con las empleadas del taller, las acosaba e iban renunciando. La gente del pueblo empezó a verla golpeada.

“Yo trataba de que no me pegara en la cara, después siempre venía y pedía perdón; hasta que me harté y decidí realizar la denuncia”, cuenta. La justicia puso una perimetral, ella le dio de baja a todos los servicios que le había contratado a su nombre.

Con la perimetral y la baja de las tarjetas las amenazas siguieron, “vos tenés perimetral pero acordate que tu hija no”, decía. Las manipulaciones continuaron, y por el miedo de que le pasara algo a su hija o a sus nietos decidió volver a verlo. Con psicopateadas volvió a vivir con ella, Mafalda retiró la denuncia.

La perversión de José Luis no tenía limites, en una ocasión le dio un clonazepam al nieto de Mafalda que tenía un año porque no se dormía. “Cada vez que no obtenía algo que me pedía, me decía que iba a secuestrar a mis nietas para entregarlas a una red de trata; él conocía a todos los dueños de cabarets de la zona, tenía pánico que lo hiciera”, recuerda.

Una de esas noches, Mafalda vio que José Luis había dejado el arma a un costado y estaba reposando mientras miraba la tele. Ella vio la oportunidad para escapar del infierno. “Agarré el arma, él intentó convencerme pero igual disparé, le di en el cuello y murió. Después de eso juro que no recuerdo más nada”, dice.

Tras el homicidio; lo descuartizó, lo prendió fuego y quiso tirar las partes en un descampado. Según las pericias, “las psiquiatras dicen que tuve un trastorno disociativo y amnesia disociativa, yo no sé qué hice”, asegura.

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