Portada  |  22 noviembre 2019

Pequeña Caracas

Desde hace dos años nuestro país viene recibiendo alrededor de 200.000 Venezolanos, estiman cifras oficiales, que emigran de la crisis que sufren allá. Se acostumbra a verlos andando en bicicletas entregando delivery de comidas, en los kioscos, en algún café, manejando algún auto que pedimos por aplicaciones, los vemos todo el día, todos los días, en cada lugar, pero ¿Dónde viven? ¿Cómo se adaptaron a nuestro país? ¿Qué costumbres aún extrañan y tratan de replicar en Argentina?

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Aníbal y Daniel serán nuestros guías a la hora de conocer la “Pequeña Caracas” que se está construyendo en Buenos Aires, la mayoría reside en el centro porteño porque es donde hay más posibilidades de trabajo, pero también hay grandes grupos en Palermo, Almagro y Belgrano.

Daniel sale de su casa en Villa Urquiza con Paula en brazos, su pequeña hija que tiene dos años, lo acompañamos a su trabajo, pero antes pasamos a dejar a Paula por el jardín maternal que sus papás encontraron para dejarla todos los días. Sus maestras son venezolanas y sus amigos también, en esto de adaptarse a ser emigrante todavía hay cosas que se están acomodando.

Daniel y su familia llegaron hace xxxx él y su mujer consiguieron trabajo muy pronto, pero saben que no es lo más común y menos que ese trabajo sea en blanco y con buenas condiciones. Según las cifras que maneja Uvenar, alrededor del 75% de las personas venezolanas que se encuentran en nuestro país trabajan fuera de la ley.

Uvenar se ocupa de brindar el asesoramiento legal y de acompañar a sus compatriotas en cuestiones administrativas además de emocionales. “La mayoría de las personas que llegan a nuestro país son profesionales, algunos pueden hacer la convalidación del título que tenían en su país, pero para ello deben asegurarse de traer todos los papeles correspondientes” refuerza Denis. También lograron convenios con algunas empresas como por ejemplo, para conseguir garantías a la hora de alquilar.

Johan logró abrir su propio local de empanadas venezolanas en nuestro país, “este lugar representa un poquito de mi país en Buenos Aires”. Hace 3 años que vive en Argentina, pero su tierra no se olvida, los afectos tampoco y la comida que hacen en Naguaitá hace que muchos de los residentes en nuestro país se trasladen por un ratito a sus sabores.

Empezando a recorrer algunos rincones venezolanos de nuestra ciudad nos encontramos con la galería “Na Guará”, para nuestra sorpresa repleta de locales con reminiscencias venezolana, encontramos desde perros calientes hasta un almacén con productos típicos, golosinas, legumbres y hasta la famosa harina PAN, muy utilizada en la cocina caribeña.

También encontramos una agencia de viajes “Akua tours”, que a diferencia de la mayoría de las historias ellos vinieron porque descubrieron en Buenos Aires un mercado que podía ser favorable. Hace 10 años que su agencia está en Venezuela y desde el año pasado apostaron abriendo una sucursal para expandirse. Extrañan todos, pero sin dudas agradecen la recepción que les dio nuestro país. Seguimos caminando con Aníbal y en plena peatonal Lavalle nos encontramos con Antonio y un particular grito, “Chichero, chicha, chicha” Por supuesto teníamos que probarlo. Hace poco tiempo que llegó y se le ocurrió ofrecer esta bebida a las personas que la añoran, “seguramente en poco tiempo este hombre tenga su local” Nos comenta Aníbal “porque así pasa con muchos, empiezan muy de a poco, pero nosotros queremos trabajar y también apoyar a nuestros emprendedores por eso a cada lugar que vayamos seguro va a haber un venezolano comiendo o comprando algo”.

Seguimos caminando por la zona del centro y nos encontramos con Andreína en su “Venestore” un lugar para curar nostalgias, tal como ellos anuncian y ayudar a los que quedaron lejos. Además de comprar algunos productos típicos que ya se empezaron a producir en nuestro país, como los típicos tequeños, acá se envían remesas de dinero a su tierra natal. Durante el tiempo que estuvimos muchos se acercaron para enviar dinero y ayudar a su hermana, a sus padres o a algún familiar que sigue viviendo la crisis y por supuesto no tiene acceso a comprar elementos básicos para alimentarse.

El metro de Caracas también quiso hacerse presente y abrió la estación “Chacaíto”, sin subterráneos pero con buenas arepas que Aníbal y muchos otros van a degustar. En sus mesas encontramos a una chica que festejaba su cumpleaños, mientras soplaba una velita puesta en una torta desde su celular se comunicaba con su madre que también quería estar presente en ese momento tan especial, pero claro, la distancia es la dificultad, por ahora, una video llamada para verse y tratar de estar más cerca.

Tampoco faltan los tragos típicos y para probarlos Aníbal nos acompaña a “Caracas Bar”, pero en Palermo. “Ya se empezaron a producir bebidas típicas de Venezuela, que ustedes no toman, pero ahora las conseguimos acá”

Alcides importó las “Rumbas Ve”, fiestas que se hacen todos los fines de semana y donde, sobre todo los más jóvenes, van a disfrutar de la noche porteña pero con sabor caribeño. Cada uno de estos emprendimientos fue encontrando algo que sus debieron dejar, y Buenos Aires no será lo mismo, pero entre todos están armando una Pequeña Caracas, para cada día extrañar un poquito menos.

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