Portada  |  19 abril 2019

"He vivido": Nilda Giosa, una vida dedicada a los demás

Fue la menor de tres hermanos, su padre era carpintero y su madre ama de casa. Se crió en una casa chorizo. Desde chica quiso ser bailarina y actriz pero sus padres no estuvieron de acuerdo. Terminó trabajando como telefonista.

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Siendo adolescente comenzó a ir a los bailes de los clubes de barrio con sus amigas, ella amaba bailar. Una de esas noches, vio a un hombre sentado y ella decidió invitarlo a bailar; él no quiso porque no quería hacer papelones. De allí quedaron en contacto, unos días después él fue a buscarla por su trabajo, ahí dieron comienzo a una historia de amor de más de 60 años. Su nombre era Jorge.

Se casaron al poco tiempo y tuvieron dos hijos: Jorge y Cristina. Tuvieron una vida feliz en familia. Luego de criar a sus hijos, Nilda sintió que era momento de empezar a hacer algo por los demás y a los 54 años se anotó como voluntaria en el Hospital Zubizarreta. Todos los días desde hace 40 años se levanta a las 6:30hs y ocupa su escritorio donde asesora a los pacientes del hospital que necesitan orientación. Llegó a ser jefa de Voluntarios. Fue premiada por el Rottary Club por sus 40 años de voluntariado.

Pero su afán por ayudar a los demás no terminó ahí, viajó al norte del país en varias ocasiones para asistir a las comunidades más vulnerables. Viajaba en micro, rodeada de centenares de cajas repletas de donaciones. Poder ayudar al otro se transformó en una forma de vida.

Sus sueños de artista tampoco quedaron atrás, decidió anotarse en la academia de Ana María Campoy para poder pisar los escenarios. Estudió más de 5 años con ella, la galardonada actriz la bautizó a ella “Paloma”.

Jorge, su marido, falleció unos años atrás tras padecer Alzheimer. En el último momento de lucidez que tuvo decidió agradecerle por la vida que tuvieron juntos y la invitó a bailar. Luego la enfermedad le impidió volver a conectarse; murió al poco tiempo.

La tragedia volvería a golpearla, seis meses después del fallecimiento de su marido, Jorge, su hijo mayor, murió de cáncer. Nilda todas las mañanas antes de abandonar su departamento saluda a un perro de peluche que su hijo le regaló, para ella es su contacto diario con él.

A sus 94 años ella decide seguir yendo al hospital a dar una mano, su hija y sus nietos la admiran y se emocionan al contar su historia.

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