Portada  |  21 diciembre 2018

"He vivido": a los 100 años sigue aprendiendo idiomas

Su Navidad número 100 la pasará en familia, en la casa de su sobrina María Asunción. El año que viene seguirá con sus cursos de idiomas.

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Domingo Abbate nació el 5 de junio de 1918 en el centro porteño. Su padre fue peluquero y relojero, también fue uno de los fundadores del Club de Pesca, sito actualmente sobre la calle Viamonte.

Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires, donde fue homenajeado este año.

Y fue alumno del Premio Nobel de Medicina Bernardo Houssay. Se recibió de odontólogo a los 23 años. Además de ser alumno, fue jefe de trabajos prácticos en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires.

Tuvo su consultorio en Córdoba y Ayacucho: su especialidad fue la cirugía y la periodontitis. A su vez, trabajó durante siete años como odontólogo en el Banco Nación. Escribió tres libros: "El odontólogo de hoy" (1965), "La transformación de la vida" (2015) e "Inci, temprano cuidado dental en la niñez" (2017).

Habla cuatro idiomas de forma fluida: francés, portugués, inglés e italiano. Y ahora, mientras repasa francés, estudia alemán.

Al dedicarle mucho tiempo al estudio y al trabajo, le quitaba espacio a la posibilidad de enamorarse. Su madre le recriminaba constantemente que no formaba pareja. Pero el amor llegó a su vida de forma inesperada: una chica buscaba un odontólogo y su primo lo recomendó. Recuerda que ni bien la vio entrar en el consultorio, se enamoró: él tenía 32 años y ella 28.

                                                

“Con Elsa nos casamos el 28 de octubre de 1950”, recuerda emocionado. Compartieron más de 60 años y tuvieron dos hijos, que actualmente viven en el exterior. "Mingo" -como lo llaman- tiene cuatro nietos y dos bisnietos. Elsa falleció hace seis años y la extraña mucho.

Hasta los 85 años "Mingo" jugó a la paleta. "Me hice socio del Club Universitario de Buenos Aires (CUBA) en 1942, y como todo novato comencé con las clases de gimnasia que dictaba el profesor Meier. Cuando las clases terminaban, pasaba por la cancha de pelota paleta. De la mirada pasé a la acción y me compré una paleta para aprender a jugar ese deporte que me fascinaba. Luego de unos años, un domingo por la tarde, después de haber jugado 9 partidas, estando en las duchas, un amigo me llama comentándome que había dos jugadores en la cancha de paleta. 'Pelado, sécate y les ganamos', me dijo. Y así fue. Jugamos dos partidos y efectivamente les ganamos. Creo que yo debería figurar en el libro Guinness, pues jugar dos partidos que generalmente duran media hora no es moco de pavo. Allí pasé muy gratos momentos con todos los paleteros", recuerda.  

Su Navidad número 100 la pasará en familia en la casa de su sobrina María Asunción. ¿Qué hará en 2019? Seguirá con sus cursos de idiomas

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