Portada  |  18 junio 2020

"He sobrevivido": Luisa, la mujer que se curó de coronavirus

“Tuve mucho miedo, pero no por mí, sino porque podía haber contagiado a alguien de mi familia. Ellos no hubieran aguantado esto”, dice.

He Sobrevivido

Luisa Salvador nació en Colonia Wanda, cuando el hoy pueblo era apenas un paraje en la provincia de Misiones. La vida la puso a prueba temprano. Era muy pequeña cuando a su papá lo mordió una víbora cascabel mientras trabajaba en la cosecha y la herida terminaría siendo mort Ral. Poco a poco el veneno lo fue consumiendo, lo debilitó, lo dejó sin voz y cinco años más tarde lo terminó matando. Fue el primer golpe.

A los 14 conoció a un hombre 20 años mayor con el que se puso en pareja, según le contó a Telefe Noticias, para escaparse de su casa. Un año más tarde daba a luz a Alicia, su hija mayor. La relación con el papá de su beba se volvió violenta, él la amenazaba con llevarse a la nena si ella lo dejaba y ella, por miedo a perder lo que más quería, permaneció cuatro años junto a él. Tenía 19 cuando por fin decidió marcharse.

Era apenas una adolescente pero estaba dispuesta como fuera a torcer el rumbo de las cosas. Con dolor le pidió a su mamá que cuidara a Alicia, de sólo cuatro años, para viajar a Buenos Aires.

Consiguió trabajo como empleada doméstica en “casas finas”, donde tuvo que aprender a convivir con usos y costumbres muy distintos a los de su Colonia Wanda natal. Mes a mes enviaba plata, mientras ahorraba para que su familia -primero su mamá con su beba, más tarde sus hermanos- viajaran a Buenos Aires.

La primera experiencia en casa de un médico del Hospital Argerich no fue buena, le daban sólo 4 horas para descansar, su cuerpo estaba al límite. Aguantó sólo 15 días.

Llegó entonces por recomendación a casa de una mujer mayor, de nacionalidad francesa, para la que trabajó por siete años, trabajo que le permitió ahorrar mes a mes lo que necesitaba.

Pasaron 10 años hasta que conoció a Luis Alberto, el que -dice- es el amor de su vida y con el que tuvo otros cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Hoy además es abuela y tiene una vocación natural por ayudar a otros. El destino, sin embargo, en este último tiempo la puso cara a cara con los que asegura fueron los momentos más dolorosos de su vida.

Hace un año un hermano menor al que prácticamente había criado, fue asesinado de un disparo tras una discusión entre vecinos en el mismo barrio en el que ella vive, Villa Rosa, en el partido bonaerense de Pilar. Los ojos se le llenan de lágrimas y la voz se le quiebra cuando lo recuerda. Pero no fue ese el único golpe.

A Luisa le sobran los dedos de una mano para contar las veces que tuvo que recibir algún tratamiento médico. Entre esas veces cuenta una operación de apéndice a los 19, un cálculo en la vesícula hace tres años, nada más: hasta que el covid-19 llegó a su vida. “La verdad que mientras viva nunca me voy a olvidar de que me haya pasado una cosa así y sin entender todavía cómo me pude contagiar”, admite.

Nueve días convivió con su familia en su casa con síntomas de coronavirus, negándose a creer que estaba infectada. Cuando se hizo el testeo el 4 de abril, después de que la fiebre no bajara y casi no pudiera levantarse de la cama, le confirmaron el positivo. “Tuve mucho miedo, pero no por mí, sino porque podía haber contagiado a alguien de mi familia. Ellos no hubieran aguantado esto”, dice.

“Fui con fiebre, mucha, me iba consumiendo, me dolía el cuerpo, la cabeza, el fondo de los ojos, dia a día me iba desganando y me entró angustia”, relata.

Luisa Salvador tiene 56 años, logró vencer al COVID-19, y fiel a su historia, lejos de paralizarse, hoy invierte horas en un pequeño taller en su casa, donde cose barbijos para esos que en su barrio no pueden comprarlos.

“No fue una vida fácil, pero este virus fue lo más difícil”, asegura a pesar de haber sido madre a los 15, viajado sola de Misiones a Buenos Aires a trabajar y ahorrar para traer a su familia a los 19, de la pérdida violenta de su hermano hace apenas dos años. Y agrega: “de todas las necesidades que pasé en la vida, ninguna se compara con el coronavirus”.

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