Portada  |  08 enero 2020

El robo del siglo, por Mauro Szeta: habla el negociador

Miguel Sileo fue a trabajar como cualquier día, no sabía que se iba a encontrar con una toma de rehenes adentro de un banco. Y en particular, ese robo que luego se transformaría en el más importarte de la historia de nuestro país.

Informes Especiales

Miguel Sileo recuerda con exactitud ese día. Con el resto del equipo habían hecho los entrenamientos físicos y en ese momento recibe la llamada de su jefe comunicándole que se dirigiera a la sucursal Acassuso del Banco Río.

Cuando llegaron los ponen al tanto de lo que había pasado, “era un robo en una entidad bancaria, no teníamos precisión exacta de la cantidad de víctimas adentro del banco” aclara.

Lo primero que le llamo la atención es que habían liberado al policía que cuidaba la sucursal, con el armamento, al hacer las primeras preguntas el rehén liberado le comenta que eran varias personas encapuchadas, pero no sabía definir cuántas. Tampoco sabía determinar cuántos rehenes había entre clientes y empleados, pero estimaban 30.

Comienza la primera comunicación telefónica y se encuentra con una voz que le pregunta si es el negociador. “Todos nos miramos, nos puso en alerta” asegura Sileo y continúa, “después me pregunta si soy el de barba, le dije que si y me contestaron que conmigo estaba todo bien, que me podía acercar”.

En ese momento le pasaron muchas preguntas por la cabeza, incluso llegó a pensar que podía ser alguna persona que lo conociera, hasta se le ocurrió que podría ser algún alumno de la escuela de policía.

Cuando se acerca al lugar ve que la persona con la que estaba hablando se sienta en un sillón y habla muy tranquilamente. Sileo, se sorprende, en las más de 30 tomas de rehenes que había presenciado hasta aquel momento siempre esa situación era un caos. Era rara esa calma que se respiraba o que por lo menos, querían transmitir los delincuentes.

Llega el momento de pedirles que se entreguen y la voz del otro lado del teléfono le asegura que va a hablar con sus compañeros.

Fue pasando el tiempo, liberaron dos rehenes más y las negociaciones se iban volviendo más irónicas, el hombre del traje gris chicaneaba y Sileo para lograr la empatía lo seguía con el mismo tono.

Pero en un momento se cortan los llamados, la policía decide entrar al banco, revisan el lugar pero los ladrones no aparecen, la última puerta que quedaba por abrir, era la del garage.

“No voy a decir que no se me pasó toda mi vida en ese momento, pero había que entrar” reflexiona.

Para sorpresa de todos, cuando entraron no había nadie. Luego encontraron el boquete en la pared y el cartel que esgrimía la famosa frase “EN BARRIO DE RICACHONES, SIN ARMAS NI RENCORES ES SÓLO PLATA Y NO AMORES”.

Los ladrones se habían escapado, pero el olfato de Sileo indicaba que en algún momento lo iban a contar e iban a caer. Hasta que ese día llegó.

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