Portada  |  14 marzo 2019

#ContratadoPorUnDía A Roberto Funes Ugarte lo prueban en la Primera B

Ellos no son conocidos públicamente. No están en la vidriera como los jugadores, los técnicos o los dirigentes de fútbol. Pero los utileros y los cancheros son los protagonistas de un trabajo tan sacrificado como cargado de responsabilidad. Y el que lo pudo experimentar en carne propia fue Roberto Funes Ugarte, en una nueva entrega de Contratado por un día.

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Edgardo Amarilla, presidente de Tristán Suárez, le asignó la función de marcar los límites de la cancha con pintura, ocuparse de la vestimenta de los jugadores y estar de guardia como camillero. De paso, parece que también le trajo buena suerte al equipo, porque, después de una racha de 9 partidos sin victorias, le ganó a Estudiantes de Buenos Aires por 1 a 0.

Beto se levanta todos los días, salvo cuando hay partido a la tarde o a la noche, a las 5.30 de la madrugada. A las 6 ya tiene que estar en el estadio de Tristán Suárez o en el predio que tiene el club para los entrenamientos. Es que para las 7.30, cuando llegan los jugadores, deben estar listos los botines, la camiseta, el pantaloncito, la pechera, las medias y el buzo para cada uno.

Y después del entrenamiento su trabajo sigue. Tiene que juntar todas las prendas y lavarlas. Para la ropa usa un lavarropas industrial que tiene el club, pero para los botines, sus propias manos. A uno por uno les saca el barro con la ayuda de un cepillo y el chorro de una canilla.

Nunca vuelve a su casa antes de las 6 de la tarde. Es un trabajo con dedicación completa, ya que ni siquiera tiene libres los fines de semana, cuando se juegan los partidos. Todo a cambio de un sueldo de 25 mil pesos.

Su ayudante es Tito, “el uruguayo”, un fana de Tristán Suárez que, ad honoren, colabora con la utilería y además hace de camillero cada vez que el equipo juega en condición de local.

La vida de quienes pertenecen al mundo de la menor de las categorías profesionales del fútbol argentino –la Primera B- no es fácil. Hasta los jugadores están a años luz de ganar los millones que obtienen los de Primera. El promedio de los sueldos es de 50 mil pesos, pero los juveniles que firman su primer contrato reciben la mitad.

Y para que ellos puedan hacer bien su trabajo, hay otros que también deben hacer bien el suyo. Son los cancheros. De ellos depende que la pelota ruede bien y que no se lesionen por el mal estado del campo de juego.

Daniel Quiñones empezó en el oficio hace 18 años, cuando era poco más que un adolescente. Lo aprendió trabajando en el mantenimiento de campos de golf. “La verdad que es un trabajo que te exige mucho, porque casi no tenés descanso. Yo tengo que ir todos los días a hacer algo para mantener la cancha del estadio y las que los jugadores usan para los entrenamientos”, cuenta.

Salvo que llueva, todos los días se riega el césped y a veces hasta tres veces en un mismo día. Y tres o cuatro veces por semana hay que cortarlo, lo que demanda un trabajo de cuatro horas con la ayuda de dos tractores.

Los días de partido su trabajo arranca bien temprano. Porque al mantenimiento del pasto, se suma otra tarea: marcar con pintura blanca y un rodillo todos los límites del campo de juego.

Para eso Daniel cuenta con cinco ayudantes, que trabajan para el club a cambio de unos 18 mil pesos mensuales y, como él, suman algo más haciendo trabajos de jardinería en forma particular.

Todos ellos también son parte de un equipo que la pelea en el ascenso. Un equipo que no sale a la cancha. Pero que también juega partidos. Y todos los días.

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