Portada  |  01 agosto 2019

Contratado por un día: Roberto Funes Ugarte se prueba como peón de mudanza

Es un trabajo que exige mucha fortaleza física y con el paso de los años se sufre las consecuencias de levantar tanto peso.

Informes Especiales

Está estudiado. Mudarse es una de las situaciones más estresantes, después de la muerte de un ser querido, un divorcio o una grave enfermedad. Y para hacerla un poco menos traumática están ellos. No son psicólogos ni maestros de la meditación. Son los peones que trabajan en los camiones de mudanzas, los “mudanceros”, como se les dice.

Tarea pesada si las hay, en una nueva edición de Contratado por un día, Roberto Funes Ugarte la vivió en carne propia al sumarse a una cuadrilla de un camión de la empresa de mudanzas Verga hnos, una de las veinte que hay en la ciudad de Buenos Aires sin contar a los cientos de pequeños fletes que también ofrecen sus servicios.

Pero el trabajo no es para cualquiera. Exige mucha fortaleza física –en el vestuario tienen mancuernas que usan para entrenar sus músculos en los ratos libres- y, sobre todo la columna, con el paso de los años sufre las consecuencias de levantar tanto peso.

Mudar todo lo que hay una casa o un departamento de 100 metros cuadrados –el tamaño promedio- implica cargar con un peso total de 3.500 kilos. Y siempre dos veces: una para retirarlo y otra para instalarlo en el lugar adonde se traslade el cliente.

“Usamos faja, no como antes que no se tomaba ninguna precaución y terminaban todos rotos. Pero igual cuando llegás a tu casa a la noche te duele todo”, explica Darío.

Uno de sus “peores enemigos” son los pianos, porque se trata de los objetos más pesados que pueden encontrar en una mudanza. O la lluvia si tienen que cargar macetas. La tierra húmeda parece que se convirtiera en plomo.

Igual no son las únicas situaciones complejas con las que deben lidiar. Otras tienen que ver con los clientes, sobre todo cuando se trata de una pareja que se acaba de separar. “Muchas veces se ponen a discutir delante nuestro quién se queda con cada cosa y se termina suspendiendo la mudanza”, dice Leo, el chofer del camión.

Nucleados en el Sindicato de Camioneros, cumplen jornadas de 9 horas –muchas veces se extienden y cobran horas extras- a cambio de un sueldo de 25 mil pesos.

Si bien trabajan todo el año, la temporada fuerte es de noviembre a enero, período en que el 50 por ciento de las personas elige para encarar una mudanza, cuyo costo, en promedio, ronda los 30 mil pesos.

La mayoría de los “mudanceros” tiene una tradición familiar en el rubro. Darío, por ejemplo, es un peón de mudanzas que tomó la posta que le dejaron su abuelo y su padre. “Es como que ya está instalado en la familia y se va siguiendo de generación en generación. Pero es un trabajo duro, muy duro”, cuenta.

Y también estresante. No solo para el que se muda. También para ellos, “los mudanceros”.

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