Portada  |  28 noviembre 2019

Contratado por un día: Roberto Funes Ugarte se prueba como esquilador

¿Quién no vio alguna vez un pullover, una bufanda, un saco, un guante, una alfombra, el relleno de un almohadón o un simple rodillo? Lo que pocos conocen es el durísimo trabajo de quienes recolectan la lana para fabricarlos: los esquiladores.

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Por eso, en una nueva entrega de Contratado por un día, Roberto Funes Ugarte se sumó a los integrantes de la empresa Comparsa de esquina, que durante meses recorren, a bordo de un motor home, diferentes campos de la provincia de Buenos Aires ofreciendo sus servicios de esquila de ovejas.

Y durante una escala en la ciudad de Ayacucho pasó por todas las tareas que exige la recolección de lana. Fue agarrador –es el lleva las ovejas al corral- esquilador, playero -retira la lana recién cortada y la coloca sobre una mesa- acondicionador -separa lo que sirve de lo que no- y prensero -prensa la lana para armar los fardos-.

Se trata de un trabajo muy pesado. Son nueve horas por día en cuatro turnos de dos horas y cuarto cada uno. Y es habitual que sufran problemas lumbares y cortes con las tijeras.

Pero no solo en el físico sufren las consecuencias. También en lo afectivo, ya que la temporada dura tres o cuatro meses, durante los cuales permanecen alejados de sus casas y, lo que es más importante, de sus familias.

Los esquiladores no tienen un sueldo fijo. Reciben un pago de 20 pesos por oveja. Como hacen unas 150 por día y si llueve no trabajan, redondean unos 35 mil pesos al mes.

En el país se producen al año 43 mil toneladas de lana, la mayor parte de ella –el 27%- en la provincia de Chubut. Y más del 90% se exporta, fundamentalmente a dos destinos: China y Alemania.

Hay diferentes razas de ovejas. La lana de mejor calidad es la de la merino, que se vende a 6 mil dólares la tonelada. Pero ese es el último eslabón de una cadena que nace con el infatigable trabajo de los esquiladores, obreros rurales que se ganan la vida con una tijera y mucho, pero mucho sacrificio.

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