Fabricarlo, aunque parezca mentira, tiene sus dificultades. Y en una nueva entrega de Contratado por un día, Roberto Funes Ugarte lo experimentó en primera persona como peón y repartidor de la empresa Hieloli.
El proceso comienza a 80 metros de profundidad, de donde se extrae el agua que luego, con la ayuda de amoníaco, es congelada alrededor de unos cilindros.
El último paso lo hace otra máquina que, a medida que el hielo va saliendo, lo corta para que quede con la forma y el largo del llamado rolo o hielo cilíndrico.
En total hay 60 fábricas registradas que dan trabajo a 900 operarios, todos pertenecientes al Sindicato de Trabajadores de Hielo de la República Argentina.
Son menos de la mitad de los 1800 que trabajan en el sector. El resto lo hace en pequeñas empresas informales que, incluso, cierran sus puertas con el comienzo del invierno, cuando la demanda baja muchísimo.
De acuerdo con las estadísticas, el mes más flojo para el rubro es junio. Y el más fuerte –cuando la producción nacional se cuadriplica y alcanza las 1000 toneladas diarias- es diciembre, que combina el calor con las fiestas.
Los operarios de la industria del hielo trabajan ocho horas de lunes a viernes y cuatro los sábados, a cambio de un sueldo promedio de 35 mil pesos por mes.
Pasan frío y, sobre todo, sufren muchos dolores lumbares. Son horas y horas de pie cargando y descargando bolsas de hielo. Pero así se ganan la vida. Fabricando el más natural y artesanal de los refrigerantes.
Texto: Pablo Kuperszmit
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