Portada  |  15 agosto 2019

Contratado por un día: Roberto Funes Ugarte es playero en una estación de servicio

Pasan ocho horas por día parados, muchas veces con temperaturas muy bajas o muy altas, y casi no tienen respiro entre cliente y cliente.

Informes Especiales

Se los conoce como playeros. Y no trabajan en la arena ni al lado del mar. Tampoco en medio de un clima que se pueda considerar distendido. Todo lo contrario. Aunque parezca mentira, vender combustible en estaciones de servicio suele ser estresante y peligroso.

Mucho más para quienes lo hacen en las que están ubicadas en zonas donde reina la inseguridad, como la que le tocó a Roberto Funes Ugarte en esta nueva entrega de Contratado por un día.

Es que los playeros de esta estación de servicio de “bandera blanca” –así se les dice a las que no pertenecen a ninguna petrolera- no sólo deben enfrentarse con las exigencias propias de su trabajo.

También, con los riesgos de estar en una zona como Puente La Noria, en Villa Fiorito, donde, sobre todo los fines de semana y de noche, suele haber asaltos y enfrentamientos entre bandas. A veces a golpes y otras directamente a tiros.

“Cuando vienen en moto tenés que estar en guardia. Primero, aunque se molesten, les cobramos antes de cargarles. Y después tenemos que tener cuidado de que no nos roben”, cuenta Noelia, una de las playeras.

En el país se venden, en promedio, 15 mil millones de litros de combustible al año, a través de 4000 estaciones de servicio, mientras que otras 500 que se especializan en la comercialización de GNC.

Entre todas generan 50 mil puestos de trabajo, de los cuales apenas el 5% son ocupados por mujeres, muchas de las cuales hasta hace algunos años eran obligadas a utilizar un uniforme sexista para atraer a los clientes.

El trabajo de los playeros, quienes están nucleados dentro de Sindicato de Obreros de Estaciones de Servicio, Garages, Playas de Estacionamiento y Lavaderos de Autos, es duro. Pasan ocho horas por día parados, muchas veces con temperaturas muy bajas o muy altas, y casi no tienen respiro entre cliente y cliente.

Perciben, en promedio, un sueldo de 30 mil pesos por mes. Y una de las características del rubro es que hay una alta rotación del personal. Como el convenio les exige trabajar en días y horarios rotativos y con un solo franco semanal, muchos renuncian apenas consiguen otro empleo.

A eso se suma que, aunque formalmente no está considerada una actividad insalubre, tiene mucho para serlo. De hecho, hay proyectos de ley para encuadrarla dentro de esa categoría. Y no por la cantidad de horas de trabajo o el estrés que produce atender a cientos de clientes por día. Por una razón más grave: el daño que puede causar a la salud respirar los gases que emanan los combustibles.

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