Florencia Albornoz tenía 22 años el día que fue asesinada por su pareja el 17 de enero de 2010 en Quilmes. Miguel Ángel Mazó la mató a ella y también a Ernesto Escudero, uno de sus amigos con quien se encontraba en su casa. Casi nueve años después, el horror todavía está presente para Esther Robledo, su mamá, quien a sus 67 años se ocupa de sus nietos Lara y Valentín.
Esther todavía no pudo llorar a su hija porque tiene que estar fuerte para los chicos, que hoy son casi adolescentes. Les prepara el desayuno, los viste, los cuida y los lleva a la escuela como si fuera una madre más, la que su propio padre, hoy preso, les arrebató de sus vidas. El femicida era policía de la comisaría Nª 1 de Quilmes y en el 2012 fue condenado a 18 años de cárcel. "Mi cuerpo me pasa factura del dolor, de la ausencia, es volver a matar a Florencia, cada mujer que matan, es mi hija", dice Esther, sobre las angustia que siente cada vez que se entera de un nuevo femicidio.
"El día que enterré a Florencia me senté en el medio y Valentín y Lara nos miraban como diciendo ‘qué pasa’, y teníamos que hablar, la única que faltaba era la mamá", cuenta a Telefe Noticias entre lágrimas. Florencia había denunciado muchas veces a su marido por violencia, pero nunca nadie hizo nada. Esther lucha contra el dolor y también contra los embates económicos. No es fácil sortear los vaivenes económicos y no recibe ningún tipo de ayuda. Además del horror que tuvieron que vivir, la familia está preocupada por la tutela de los nenes. Debido a que la Justicia le bajó a doce años la pena al femicida, temen que al salir de prisión pueda pedir la custodia de los chicos.
"Cuando salgas afuera fijate que la ventana es de vidrio, a la noche yo duermo media hora y miro esa ventana. Me da la sensación de que aparece, su rostro, tengo mucho miedo, pero no por mí, por los chicos", sostiene.
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