Portada  |  15 septiembre 2017

Drogas y lactancia: bebés en peligro

Los profesionales de la salud aseguran que la lactancia está contraindicada en madres adictas o con problemas de abuso de sustancias.

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M., de 34 años, es mamá de una beba de cuatro meses, su tercera hija. A pesar de amar profundamente a Guadalupe, no puede evitar continuar drogándose aún a horas de parir. Una línea de cocaína en su mano suple la confianza y abrazo que necesita para ingresar a la guardia ese fin de semana de marzo que decidió no salir de gira con su pareja, haciéndole caso a su malestar. En cuclillas, casi gateando es recibida por los médicos que la llevan a  cesárea. “Durante el embarazo no llevé controles, estaba en otra, inconscientemente no quería saber nada”, admite M.. “Mi problema es la adicción a la cocaína, además fumé con ella en la panza”, confiesa.

“En las guardias recibimos casos de embarazadas que consumen. A muchas mujeres, por el exceso en el consumo de sustancias, se les desencadena el parto y terminan ella y el chiquito internados. Los bebés suelen terminar dando positivo a la droga que la mamá consumía porque las sustancias tóxicas atraviesan la placenta”, explica Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández.

Los excesos limitan el encuentro de M. con su bebé a través de la lactancia. Siente culpa y reclama no haber sido amada lo suficiente por su familia, elige parejas que están en el círculo de las drogas y la maltratan. Su entorno de clase media no la entiende. Define la relación con su progenitora como de “perro y gato”. Aunque su madre es quien cuida de su hija cuando ella tiene recaídas y se tira a dormir.

Marcelo Plotnik, psicólogo clínico de la institución “Casa del Sur”, la elige como paciente.

Desde 1994 la fundación situada en el barrio de Núñez basa su atención sanitaria en un lema: acercar el establecimiento no sólo a las personas con patologías leves, sino a todos aquéllos cuyos casos graves hace que muchas organizaciones del sector desistan de su atención.

Plotnik acepta el desafío de ayudarla en la montaña rusa de las adicciones. Cuatro veces por semana la recibe en su consultorio, aunque muchas veces ella se ausenta, perjudicando así la calidad de vida de su bebé.

La escalera de mármol conduce a un primer piso de un departamento situado en el barrio de Almagro. Es la residencia de Marcelo, lugar que sirve como puntapié y excusa al encuentro con M. y su hija. Participan ambas del encuentro terapéutico. Guada, como le dice su mamá, sonríe con los ojos y cachetes. Parece muy vivaracha. Su mano está enlazada a la de ella.

“Por suerte salió súper sana. Le doy mamadera; y teta, de vez en cuando. Como tengo problemas de consumo, para no correr riesgos, los médicos me dijeron que mejor le dé la leche aparte”, sostiene M.. La otra cara de la moneda refleja a un profesional preocupado. Marcelo se da cuenta de que la beba no lo mira a los ojos: “Quizás en el futuro sea autista o quizás no”, se lamenta.

Las mujeres durante la lactancia no deben ingerir ninguna sustancia tóxica, según la recomendación de la Sociedad Argentina de Pediatría. En el caso del consumo de marihuana o cocaína, es muy alto el riesgo de pasar la droga al bebé a través de la leche materna. "Se trata de sustancias liposolubles que se acumulan en el tejido graso y la alcanza”, explica María Laura Tamame, puericultora del Hospital Fernández.

Sería completamente extraño que un profesional de la salud le recomiende a una madre dar la teta cuando tiene productos tóxicos en su organismo. “La lactancia está contraindicada para personas que consumen cualquier tipo de drogas. Éstas atentan contra el crecimiento saludable de esa criatura", establece Tamame, puericultora de ACADP (Asociación Civil Argentina de Puericultura).

“La ingesta de este alimento contaminado lo afecta directamente en su sistema nervioso central, deteniendo el crecimiento e intoxicándolo. Los riesgos son inmediatos y a largo plazo. Puede ser que tenga problemas en su aprendizaje o en el habla”, agrega Tamame.

M. se aleja del ala de Marcelo con su hija en brazos hasta convertirse en un punto lejano al consultorio de Almagro, doblan en la esquina y desaparecen. “Ella necesita una motivación que le demuestre que es alguien en la vida, porque está anulada por el sufrimiento”, insinúa Marcelo antes de cerrar la puerta.

Por Adriana Sandro @adriana_sandro

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