Luego de la renuncia de Evo Morales, en Bolivia se produjeron violentos incidentes entre militantes opositores y afines al gobierno.
Desde la noche del domingo, se quemaron al menos 60 autobuses en la Paz, se apredrearon instituciones, negocios y casas de dirigentes opositores y oficialistas.
A metros del Palacio de Gobierno, varias personas se mantuvieron en protesta armados con palos, piedras y escudos improvisados con bidones.
La policía estuvo ausente en las calles bolivianas desde que estallaron motines en cuarteles el viernes, pero durante el lunes las fuerzas retomaron sus tareas de control.
Las Fuerzas Armadas anunciaron en un comunicado que "ante la escalada de violencia y hechos vandálicos" se puso en marcha un plan para "resguardar los servicios públicos esenciales para garantizar su funcionamiento".
Según fuentes policiales, hasta el viernes había alrededor de 200 detenidos y 60 policías heridos, entre los cuales uno se encuentra en "estado de coma".
Los choques más violentos se produjeron entre la noche del jueves y la madrugada del viernes, cuando jóvenes universitarios utilizaron piedras y palos para romper la guardia policial de la Plaza de Armas, donde el ex presidente Evo Morales tenía sus oficinas.
La estatal Defensoría del Pueblo informó de dos muertos por bala (en la región de Santa Cruz, este) y más de 140 heridos, muchos a causa de choques callejeros entre oficialistas y adversarios del ex presidente.
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