Portada  |  16 marzo 2018

Rumania: la historia del hombre vivo al que dan por muerto

La policía ha medido la distancia entre sus ojos, le ha hecho preguntas sobre su pueblo natal ha comprobado sus huellas dactilares y ha confirmado su identidad

Internacionales

En Rumania, el país natal de Drácula, el muerto viviente más célebre del planeta, presentarse vivo delante de un tribunal para demostrar que se está, efectivamente, vivo no es una prueba suficientemente convincente.

Un ciudadano de este del país, Constantin Reliu, lo pudo comprobar esta semana. El tribunal de Vaslui ha rechazado su petición de anulación de un certificado de defunción que se expidió a su nombre en el año 2016 a petición de su mujer.

La policía ha medido la distancia entre sus ojos, le ha hecho preguntas sobre su pueblo natal ha comprobado sus huellas dactilares y ha confirmado su identidad

Reliu, de 63 años, emigró a trabajar a Turquía en el año 1992. Regresó a su país por primera vez en 1995 y entonces descubrió que su mujer le estaba siendo infiel. Sin motivos para seguir en Rumanía, en 1999 decidió regresar a Turquía y quedarse allí para siempre. Pero en diciembre las autoridades turcas le detuvieron por tener los papeles caducados y le deportaron a Rumanía. Y entonces comenzó su inconclusa y kafkiana odisea burocrática.

Nada más aterrizar en el aeropuerto de Bucarest, las autoridades rumanas le informaron de que había sido declarado muerto a petición de su familia. Fue sometido a más de seis horas de interrogatorios y pruebas: midieron la distancia entre sus ojos para compararla con la foto de un viejo pasaporte suyo, le hicieron preguntas sobre su pueblo natal, comprobaron sus huellas dactilares... “¡Y decidieron que era yo!”, exclama Reliu en declaraciones a la agencia Associated Press.

Vivir en el reino burocrático de los muertos le está causando muchos problemas: no goza de existencia administrativa y no puede trabajar legalmente ni recibir prestaciones sociales

Sin ningún contacto con su familia, que también emigró al extranjero, Constantin Reliu sobrevive gracias a la ayuda de sus vecinos.

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