Portada  |  11 octubre 2016

"Los hijos de la guerra": cómo es la vida de los niños sirios refugiados en Líbano

Fares trabaja todo el día bajo el sol. Su historia es parte del drama que viven miles de chicos refugiados en el Líbano. Desarraigados, primer informe.

Internacionales

Huir para algún día regresar. Pero huir. Sin trastabillar. En balsa, a pie, con desesperación, con miedo y dolor, dejando todo atrás para recomenzar. De algún modo recomenzar. Caminar al exilio. No por voluntad, sino por obligación. Por derecho a vivir. Porque no hay otra opción. Huir para algún día regresar, pero huir dejando todo atrás para algún día recomenzar.

Be Mine es una ciudad ubicada en el Líbano que limita al norte y al este con Siria. En Siria la guerra entre el régimen de Damasco, las fuerzas opositoras y las milicias islamitas acechó desde su comienzo –hace cinco años atrás– todo lo que tuvo a su paso y dejó bombas, muertos y dinamita por doquier. Pero también millones de personas que quedaron a la deriva, desarraigados. Según datos de Amnistía Internacional en el mundo hay alrededor de 4,5 millones de refugiados sirios.

El Líbano es el segundo país con mayor número de acogida. Pero algo más: en el Líbano, el 52% de los refugiados sirios son niños. En Be Mine se encuentra uno de los tantos campos de refugiados. Si hay algo presente en todos ellos es la precariedad en la que se encuentran las familias sirias: no tienen papeles, viven –o sobreviven– en campos informales, y esperan a que la guerra termine con la esperanza de algún día regresar. Todos esperan. Los grandes y los chicos también.

Fares es sirio, tiene 14 años, y dice que le gusta jugar al fútbol y que entre sus sueños quiere algún día convertirse en el capitán de un barco para recorrer el mundo. Pero además, Fares dice sueña con regresar a su país. Porque lo extraña, porque es “su patria” y difícilmente pueda alejarse de ella porque la “quiere” y “mucho”. Por eso, mientras tanto, Fares espera. Y cuando imagina su regreso a Siria, de donde huyó por la guerra, lo primero que quiere hacer es "recorrer el pueblo y jugar".

- ¿Cómo es la vida de ustedes acá?
- Acá nuestra vida es muy mala. Y no estamos jugando mucho.
- ¿Por qué no juegan mucho?
- Porque cuando jugamos al fútbol, y pensamos en jugar, no encontramos nada para jugar al fútbol y entonces lo dejamos.
- ¿Y cómo pasás tu día?
- Lo paso aburrido todo el día.

Pero Fares es sólo a una historia entre tantas. Conoce la guerra, el dolor y el exilio: a sus 14 años trabaja junto a su papá y su hermano cosechando papas desde la mañana hasta la tarde y a veces, hasta el mediodía. “Cuando trabajamos desde la mañana a la noche hace mucho calor entonces por el calor nos quemamos y vamos al médico para que nos vean y tenemos que pagar mucha plata. Y nuestra situación es muy mala”. Tanto que al ilustrar lo “mala” que es la situación ejemplifica: “No tenemos plata para un gorrito para el sol”. Por eso Fares se quema cuando trabaja bajo el sol.

- ¿De dónde sacás fuerzas todos los días?
- Voy y juego. Juego con mis amigos. Cuando juego me olvido todo.

Al enumerar sus pensamientos cuando está solo, Fares dice a Telefe Noticias que piensa en jugar. Que le tiene miedo a la oscuridad y a las víboras. Y que entre sus temores está el de “recorrer caminos largos durante la noche”. Por último, ante la pregunta de qué cambiaría de su vida, contesta: “Cambiaría estar acá por volver a mi patria”. O sea, Siria, su tierra a la que quiere y extraña. Su tierra a la que un día piensa regresar.

LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS EN NÚMEROS
El Líbano es el segundo país del mundo con mayor acogida de refugiados: allí viven más de un millón de sirios, lo que equivale a una de cada cinco personas de la población.

Países como Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Kuwait y Bahréin, no ofrecieron ningún lugar de reasentamiento para refugiados sirios. Del mismo modo tampoco lo hicieron Rusia, Japón, Singapur y Corea del Sur. Hasta el momento Alemania y Serbia recibieron el 57 % de las solicitudes de asilo sirias en Europa entre abril de 2011 y julio de 2015.

17 millones de niños se han desplazado por su país a causa del conflicto y la violencia.

En el Líbano la situación es de colapso: tanto que las escuelas funcionan a dos turnos para ofrecer educación a los niños sirios. Y los hospitales están desbordados. El agua y la electricidad funcionan con déficit. La situación de los refugiados es dolorosa y la ayuda internacional no alcanza. Según datos oficiales, el financiamiento humanitario de Naciones Unidas llega al 60% y los fondos son insuficientes.

El número de niños refugiados bajo el mandato del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) se duplicó en solo 10 años.

En el Líbano 1,4 millones de niños están directamente afectados por la crisis de Siria. A finales de 2015, había casi 1,1 millones de refugiados sirios registrados y una estimación adicional de 400.000 sirios no registrados. El país también cuenta con 1,5 millones de libaneses pobres afectados por la crisis. El Líbano acoge también a 320.000 refugiados palestinos.

AYUDA INTERNACIONAL

UNICEF está trabajando en el Líbano para proteger los derechos de los niños desde 1948. Hoy en día la oficina en el país trabaja en estrecha colaboración con el Gobierno de Líbano, otras agencias de Naciones Unidas, ONGs internacionales y locales, universidades libanesas, y otros socios para llegar a los niños libaneses más vulnerables.

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