Portada  |  12 diciembre 2019

"Yo tengo 22 años y soy un ladrón experto", otra confesión con Mauro Szeta

Hoy te contamos la historia de Santiago Álvarez. Está procesado por robo calificado, tenencia de arma de uso civil y encubrimiento calificado. Tiene dos causas anteriores por robo. Se fue en libertad el 25 de mayo de este año y volvió a caer el 12 de agosto.

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Se crió en el barrio Don Orione de Claypole. El padre era delincuente y la madre ama de casa. Tiene tres hermanos, él es el del medio. Pasó su infancia junto a su padrastro y a su madre, quienes tuvieron dos hijos más, “yo veía que a mí me dejaban de lado, le daban todo a los chicos”, recuerda. El papá actualmente está en prisión y la madre decidió cortar relación con Santiago, los hermanos tampoco lo ven.

Hizo el colegio primario, a los 12 años ya tuvo su primera arma y jugaba a apuntarle a la maestra en el aula, así divertía a sus compañeros de curso. A los 13 años abandonó el secundario y empezó a parar con un grupo de chicos en la esquina de su casa. Con esas juntas comenzó a fumar marihuana.

Los robos empezaron al poco tiempo. “Conocí un pibe que robaba autos de yuga y me enseñó a hacerlo, también con él aprendí a manejar. Ahí me empezó a gustar la plata fácil. Después arrancamos a robar motos. Robábamos todos los días”, cuenta.

“Una vez que empecé a tener un nombre en el barrio, me llamaban pibes más grandes para salir a robar con ellos, me empezaron a decir Factura porque no paraba de facturar. Así empezamos a meternos en casas, afanar locales y, por sobre todas las cosas, entraderas. Me gustaba tener un nombre y que me respeten, robar era rutina. A mí me venían a buscar porque era re-atrevido. Estuve en muchos tiroteos, tengo decenas de impactos de bala”, relata con cierta jactancia. En la pierna izquierda lleva varias marcas de heridas por armas de fuego.

“En una misma semana, robamos dos veces el mismo local de electrodomésticos. Hacíamos rallys (por raids) de locales en moto e íbamos saqueando los negocios. Me acuerdo que a ese negocio había entrado un lunes y le había robado la caja y un par de cosas más; cuando me estaba yendo agarré una cajita de celular solamente. Cómo me acordaba que el local estaba lleno de esas cajitas volví y me las cargué todas en un bolso, recuerdo que el dueño del local me dijo ´¡otra vez acá!´”. Además de robar, en una ocasión secuestró a un empresario a quien llevaron hasta la casa y obligaron a su mujer a entregarle todo el dinero.

“En una farmacia que robé la cosa se complicó, entré con el fierro en la mano y tiré a todos al piso. Cuando estaba por salir apareció un policía de civil que me empezó a apuntar. Sin escapatoria, decidí agarrar a una persona como rehén para salir. Martillé el fierro y se lo puse en la cabeza; cuando salí el poli bajó el arma y me dijo que la dejara ir que me dejaba escapar. Yo fui a la esquina, donde me esperaba la moto, me subí con la mujer y arrancamos a las chapas. La soltamos a las dos cuadras; no le hice nada, le pedí perdón cuando la solté. No tenía otra forma de irme”, cuenta.

Cuando salió de estar en prisión durante la última condena, armó un grupo delictivo con ex presidiarios. “Salimos a robar todos los días, no nos importaba nada”. Una vez nos cruzamos en la calle a uno que estaba subiendo al auto una valija. Mi compañero lo agarró pero el tipo empezó a forcejear con él, yo agarré y le metí un tiro en la pierna”, relata con jactancia.

En la cárcel tiene fama de sanguinario, es un preso tumbero con muchos conflictos. “Yo fui el que arranqué el intento de motín en la 24 de Varela. No me cabe una, te armo flor de quilombo. Yo cada vez que estoy en un pabellón tengo mulos que me traen lo que les pido. Igual me lastimaron bastante (tiene todo el cuerpo apuñalado)”.

Dice estar arrepentido. “La verdad que recién ahora empiezo a caer que desde los 18 años sólo estuve 5 meses en la calle. Ahora me doy cuenta que es todo al pedo, yo lo que quiero es estar con mi familia, quiero cambiar por mi mujer”, asegura.

En el cuerpo tiene muchos tatuajes. En la panza tiene dos que llaman la atención: una pistola y la frase “te amo, pero soy un bardo”.

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