Portada  |  23 enero 2019

"Yo soy un preso sacapresos"

Gerardo Coronel tiene 37 años. Está detenido por homicidio en ocasión de robo. En la calle se defendía a los golpes. En la cárcel también, pero encontró en la abogacía un nuevo arma. Asegura que ahora él representa a quienes están adentro y logra sacarlos.

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Nació en La Plata pero al poco tiempo se fue a vivir a Santiago del Estero, antes de llegar a la pre-adolescencia volvió a Buenos Aires y con su familia se instalaron en Merlo. De sus siete hermanos fue el único que se dedicó al delito. La primera vez que robó fue con un revolver calibre 38 que no funcionaba que le había dado el primo, comenzaron a robar juntos por la zona de Solano.

Con el tiempo empezó a perfeccionarse en las técnicas delictivas. Robó bancos, fue pirata del asfalto. Lleva 14 años detenido, está condenado a 18 años por homicidio en ocasión de robo que dice no haber cometido. La víctima fue una mujer que cayó herida de muerte durante un tiroteo en 2005, él asegura no haber participado del hecho y que puede comprobar que estaba en Mar del Plata; fue condenado a 18 años (lleva 14 detenido).

Lo más violento que hizo fue tras el robo a una armería, le metió ocho tiros a un cómplice que intentó “mejicanearlo” con uno de los bolsos de armas; su socio sobrevivió.

Es un preso muy conocido en las cárceles.  “Yo conozco todos los penales, soy famoso. Acá adentro se aprenden muchas cosas: a robar, a usar faca, hay muchos que te copian la historia para hacerse fama, pero en la calle no hacen nada, yo vi como atravesaban pibes con fierros en la panza y los dejaban clavados en la pared, yo soy chorro, vivo con los indios en población y nunca me abusé de nadie, a mí me respetan”, advierte.

Todavía tiene la marca en el pecho de un puntazo que le dieron el primer día que llegó a la cárcel, “me clavaron por un bolso y un par de zapatillas, así te bautizan acá”, asegura sin inmutarse.

Además de robar bancos y camiones de caudales, realizó más de diez secuestros a empresarios. También fue parte del motín sangriento de Magdalena de 2005 donde murieron 33 presos, “yo fui testigo de ese infierno, no me la contó nadie”, dice con los ojos inyectados.

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