Portada  |  19 septiembre 2018

"Yo hacía el cuento del tío": la historia de un estafador serial

“No puedo calcular la plata que hice, por día me he llevado hasta 50 mil pesos, el mío era un trabajo psicológico, yo los hacía hablar a los pasajeros y me daba cuenta si podía robarles o no", asegura el hombre que armó la mafia de los taxis en Retiro.

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Sandro Fabián Sanz Flecchia, está condenado por estafa, cumple pena desde hace 1 año y medio. “Si bien me considero un delincuente nunca usé un arma”, se vanagloria en la entrevista con Mauro Szeta para Telefe Noticias.

“No puedo calcular la plata que hice, por día me he llevado hasta 50 mil pesos, el mío era un trabajo psicológico, yo los hacía hablar a los pasajeros y me daba cuenta si podía robarles o no, si el pasajero podía presentar un problema hacía como que tenía que abandonar el viaje porque se me había calentado el motor y lo hacía bajar; después daba vuelta y volvía a hacer la cola para agarrar algún gil”, cuenta.

No tuvo una infancia feliz y de alguna manera trata de justificar su carrera delictiva de esa forma. Quedó huérfano de chico, a los 12 años empezó a vivir solo en pensiones, pasó muchísimos años en una de Constitución. También dice que la genética hizo su parte: su padre había sido estafador, se encargaba de sacar jubilaciones truchas.

Sandro comenzó su carrera delictiva cuando era chofer de la línea 65 de colectivos, eran mediados de los 80 y todavía los boletos los cortaba el conductor. Los boletos venían en rollos con numeración auditada por la empresa, él consiguió rollos sin usar que estaban en un galpón de la compañía y sustituía el legal. Vendía 100 boletos truchos diarios y luego ponía el legal para evitar ser descubierto, le duró un tiempo hasta que en un control lo descubrieron y lo echaron del trabajo. Nunca más pudo ser colectivero porque su legajo quedó marcado de por vida. Decidió salir a manejar un taxi y seguir estafando.

Su parada estaba en la terminal de Retiro, era 1989 y los viajes de los taxis todavía no eran con reloj sino con una lista con precios fijos avalada por el gremio. Decidió confeccionar una lista trucha con otros precios, según quien fuera el pasajero sacaba la lista real o la apócrifa. Con la aparición del reloj, instaló un sistema de modificación de fichas que aumentaba el precio del viaje. Además compraba billetes truchos que mediante el “cuento del tío” lograba pasárselo a los pasajeros desprevenidos.

Fue propietario real de taxi durante un par de años y más adelante decidió abaratar los costos y tener un taxi trucho: pintado como taxi real y con oblea de habilitación falsificada.

Estuvo preso en 4 ocasiones, la primera vez fue en el 2006: trabajaba como taxista y hacía fortuna haciendo el cuento del tío a extranjeros con billetes falsos en Retiro, estafó a un pasajero pasándole 2500 pesos que 20 días después volvió a subir al auto sin darse cuenta, iban por Puerto Madero cuando le pidió estacionar el auto cerca de Gendarmería, cuando paró dio el alerta y lo detuvieron. Estuvo preso con la caratula “billete apócrifo puesto en circulación”. Los billetes truchos los compraba en planchas de 10mil pesos que a él le costaban 800.

“Yo fui uno de los primeros que armó la mafia de los taxis en la Terminal de Retiro, después conocía a todas las mafias que se te ocurran: la de aeroparque, Ezeiza, el Viejo Almacen, los hoteles, los cruceros; todas”, se ufana. Asegura que conoce más de 200 maneras de estafar en Retiro.

“El que me enseñó este oficio, me dijo que este es un laburo de todos los días: todos los días muere gente, todos los días nace gente y todos los días vas a encontrar algún boludo”, asegura. 

Tiene tres hijos a los que crió solo y que saben a lo que se dedicaba, dice que siempre fue sincero con ellos. “Antes de caer preso por última vez hacía 200 mil pesos por mes, pero cuanto más tenía más quería”

La última vez que cayó detenido fue hace un año y medio atrás, ocurrió en Mercedes y él no se perdona el error de novato que cometió. Había llevado a su hija al obstetra en Mercedes, mientras las esperaba parado al lado de su auto salió un hombre de un local preguntando si era remisero, su auto era un Bora celeste; él le dijo que no pero que podía llevarlo hasta donde dijera por el precio que pagaba habitualmente, el hombre aceptó y lo llevó hasta Gowland.

Cuando le iba apagar sacó dos fajos de 20mil pesos de adentro del saco, el hombre había salido de una financiera; “el diablo metió la cola”, dice Sandro. Le hizo el cuento del tío y le terminó cambiando uno de los fajos por uno con billetes truchos que tenía a mano. Para asegurarse que el tipo se fuera contento decidió no cobrarle el viaje, pero olvidó el detalle de que era un pueblo chico y él tenía un auto que era fácilmente identificable.

El hombre entró a la casa y su mujer al recibir la plata se dio cuenta, hicieron la denuncia y al poco tiempo lo estaban buscando en Mercedes. Mientras esperaba a su hija en el bar, vio llegar a la policía junto a su auto, pensó que estaba mal estacionado y se acercó para hablar con la oficial que le pidió los datos y lo detuvo. Cuando lo detuvieron apareció la hija, todavía recuerda la cara de decepción de ella cuando lo subían al patrullero y se le llenan los ojos de lágrimas.

Además de todas las estafas posibles en los taxis, sabe a la perfección como entrar y sacar mercadería trucha por el paso fronterizo de Misiones, hizo mucha plata de esa manera y asegura conocer todos los recovecos que hay en el monte de Puerto Iguazú. Dice estar arrepentido y que decide hablar para revertir todo lo que hizo a lo largo de la vida y disfrutar a su nieta con tranquilidad.

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