Portada  |  24 junio 2019

Rezadores: cuando la fe mueve montañas

El rezo es la conexión con Dios para los creyentes, es su alternativa ante las imposibilidades del mundo terrenal. En cada templo se multiplican agradecimientos y pedidos de personas que depositan su fe en el más allá. ¿Pero qué hay detrás de un rezo? Dos historias de vida de personas que encontraron en la oración una respuesta a la incertidumbre.

Informes Especiales

Pablo Bulacio y Cecilia Primogerio (ambos 42 años). Iglesia San Ramón Nonato

Él es licenciado en administración de empresas y ella es psicopedagoga. Se casaron en 2006, tuvieron una hermosa historia de amor. Desearon ser padres durante mucho tiempo, hicieron tratamientos, se anotaron para adoptar, pero ese hijo anhelado no llegaba. Viajaron al Vaticano para ver al Papa Francisco y cuando el sumo pontífice pasó por delante de ellos se acercó para escucharlos, allí le pidieron que rezara por ellos para que su deseo se hiciera realidad. En esa charla informal con Francisco, el papa les aconsejó concurrir a la parroquia San Ramón Nonato; ellos desconocían su existencia. Una vez llegados a Buenos Aires, comenzaron a ir al templo ubicado en Floresta. A los tres meses tuvieron la primera buena noticia: llegaba Nano, un bebé de 10 meses que adoptaron.

El tiempo pasaba, Nano crecía y comenzó a pedirles a sus padres tener una hermanita. Ellos volvieron a inscribirse en el registro de adoptantes y en paralelo siguieron yendo a agradecer y pedir a San Ramon Nonato. En una de esas ocasiones, luego de cuatro años, el párroco y Nano bendijeron juntos a sus padres y pidieron por una hermanita. La buena noticia llegó al poco tiempo: Cecilia estaba embarazada de Felicitas. Hoy en día los cuatro viven el amor en familia, recordando con emoción los tiempos donde la vida se hacía cuesta arriba.

Ubalda Ramos Dubois “Kika” (70 años). Iglesia San José del Talar, santuario de la Virgen desata nudos

Si bien siempre fue cristiana, comenzó su conversión católica a mediados de los noventa; su hermana estaba muy enferma de cáncer y decidió no hacer ningún tratamiento por consejos de una especie de secta en la que participaba, la metástasis hizo estragos en su cuerpo. Kika pidió fervientemente a la virgen que su hermana falleciera sin padecer dolores y según recuerda murió el mismo día que comenzaba el padecimiento. “Ahí tuve una señal muy poderosa de que los rezos pueden cambiar los destinos”, recuerda.

Kika es politóloga y con un master en relaciones internacionales, su marido era economista. El tiempo pasó y junto con sus dos hijos pudieron surfear la crisis económica del 2001 y sostener la empresa familiar que administraban. Su hijo decidió irse a probar suerte a Estados Unidos y ellos siguieron juntos en Hurlingham.

El horror llegaría en 2013, durante una entradera a su marido lo ejecutan y a ella la hieren en una mano. La muerte de él la puedo sobrellevar con su fe. “Me acuerdo que iba a los grupos de víctima del delito y todos me preguntaban por qué no lloraba, yo estaba en paz. Sentía que Dios había elegido que así fuera, que prefería que yo haya sobrevivido porque para él hubiese sido imposible seguir si hubiese yo hubiese muerto.”, cuenta convencida en su fe.

Los años pasaban sin Carlos, y dos tumores en la cabeza de su nieto estadounidense, hicieron que sus oraciones se triplicaran. Viajó a la basílica de San Pio Pietrelcina en Italia para pedir por la cura, las radiografías que le hicieron al chico a los pocos días mostraban que los tumores habían dejado de ser malignos. Si bien prosiguieron con la quimioterapia por prevención, los mismos doctores no podían entender lo que había ocurrido. Hoy en día su nieto está curado, y si bien se realiza controles, tiene una vida normal.

“Cómo no voy a creer, ahora pido por los míos y por todo aquel que sufre cáncer porque quizás muchos se alejaron y no saben pedir”, dice conmovida.

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