Aprendieron de sus madres y de sus abuelas y con el tiempo descubrieron el poder tranquilizador que transmiten la lana y las agujas. Pero ellos fueron más allá en la búsqueda por derribar el mito según el cual los hombres no tejen, o no deberían hacerlo.
Así es como viajan en subte con las agujas y la lana en la mano sin preocuparse por las miradas, y se reúnen en plazas para charlar y hacer lo que les produce placer y serenidad, tejer. Son diez hombres que hace un año atrás se contactaron por las redes sociales y decidieron reunirse para compartir experiencias, técnicas y puntos.
Gabriel empezó a tejer hace 15 años. Después de un estrés muy grande su médico le dijo que cambiara de trabajo y que hiciera algo que le guste. “Riéndome le dije al médico que iba a ponerme a tejer”, cuenta. A lo que el médico, sin vueltas, le respondió que lo hiciera. Desde ahí su terapia es el tejido.
Winelvi viene de Venezuela. “En Caracas era complicado tejer, Buenos Aires es una ciudad mucho más amena para eso, nadie te mira”, dice. Luego recuerda que un día tejía una plaza de Caracas, vestido con traje, porque iba a dar clases a la universidad y un señor se le acercó y lo cuestionó por la actividad. “Son cosas que pasan, pero si uno explica, el otro queda sorprendido”, asegura.
Los hombres tejedores están orgullosos de sus piezas, de poder tejer cosas que no encuentran en las vidrieras, de regalar a sus amigos y familia algo tejido por ellos y recibir el agradecimiento de aquellos que aprecian lo que hacen. “Siempre lo hacemos pensando en la persona a la que se lo vamos a regalar, esa sonrisa que recibís no tiene precio”.
Todos encuentran en tejer un momento de tranquilidad. Es que, dicen, la cabeza se concentra en contar los puntos, prestar atención al tejido y todas las preocupaciones del día desaparecen. Así crearon @hombrestejedoresargentina, una cuenta de Instagram para encontrar más varones con la misma pasión por el tejido.
Comentarios