Portada  |  17 julio 2018

"Pasa de Noche": la ruta del pescado en el Puerto de Mar del Plata

Los estibadores trabajan a contrarreloj y en medio de condiciones extremas. Informe especial.

Informes Especiales

"Andá a laburar al puerto". La frase es un clásico para retrucar a quienes se quejan de las exigencias de su trabajo. Y la cámara de Pasa de Noche comprobó que tiene fundamentos de sobra. Durante una jornada fue testigo del sacrificio que los estibadores y fileteros del puerto de Mar del Plata realizan para ganarse la vida a duras penas.

Sumergidos en las bodegas de los pesqueros, los estibadores trabajan a contrarreloj para descargar entre 1000 y 3000 cajas de pescado, fundamentalmente merluza, cada noche.

En medio de condiciones extremas -la temperatura llega a los 20 grados bajo cero- deben apilar cajas de 35 kilos para que luego una grúa las coloque en la caja de un camión.

El esfuerzo tiene sus consecuencias. Hernias, problemas pulmonares, tendinitis, lesiones en las rodillas y en la cintura forman parte de las historias clínicas de casi todos los "estibas".

Y el trabajo escasea cada vez más. De los 100 pesqueros que hasta hace unos años operaban en el puerto de Mar del Plata, apenas quedan 30. El resto se fue al sur, en busca de un negocio mucho más redituable: el langostino.

Por eso son muchos los días en que los estibadores, cuyos ingresos rondan los 1500 pesos por cada barco descargado, no tienen trabajo.
Lo mismo les sucede a los fileteros, el eslabón más débil de la cadena.

Sus salarios no superan los 10 mil pesos por mes y también sufren la crisis que atraviesa la industria pesquera. Tanto que cada noche deben escuchar una radio local para saber si tendrán o no pescado para filetear.

"A las ocho de la noche escuchamos la radio para ver si nos convocan o no a trabajar. Vivimos con esa angustia todo el tiempo", cuenta Luis, que a los 49 años ya es casi un discapacitado a causa de las lesiones en los tendones que sufrió de tanto filetear.

Es que el trabajo es insalubre por donde se lo mire. Son horas y horas parados frente a una mesa, donde a todo ritmo filetean el pescado con las manos mojadas y en medio de temperaturas bajísimas.

Así es la vida en el puerto marplatense. Un mundo que cada vez ofrece menos pescado. Y cada vez más espinas.

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