Portada  |  17 octubre 2018

"Pasa de Noche": el campamento del Río de la Plata

Frente a la costanera, en Aeroparque, familias en situación de calle viven en una carpa. Sobrevivir, cuando no se tiene nada. Nuevo informe.

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No es un camping ni sus habitantes son turistas. Frente a la costanera norte, en plena ciudad de Buenos Aires, más de veinte personas en situación de calle viven en carpa y comen lo que pescan del río.

La cámara de Pasa de Noche recorrió este lugar que comenzó a poblarse hace tres años, cuando José Luis y Susana perdieron su casa en Avellaneda. Sin lugar donde vivir, sin trabajo estable y con un hijo que sufre convulsiones, se les ocurrió la idea de instalarse en la costanera con el único “techo” que tenían: una carpa.

Los comienzos fueron los más duros, porque la carpa era muy precaria y se les volaba cada vez que había sudestada. La tuvieron que atar a un árbol, pero la fuerza del viento la terminó destruyendo.

Para entonces José Luis ya había encontrado una manera de ganarse la vida: cuidaba los autos que estacionan frente a Aeroparque. Así, entre lo que obtenía él y la pensión que cobraba Susana, fueron a un supermercado y compraron una carpa nueva. Y con el tiempo una segunda, donde ahora vive su hijo.

Su idea se empezó a replicar. Al poco tiempo llegaron más personas, cada una con su carpa, y ahora son más de veinte las que viven en esa suerte de campamento improvisado frente al Río de la Plata.

Una de ellas es Adriana, una artesana que llegó con su hijo de 17 años y ahí conoció a Diego, un vecino de otra carpa. Ahora no sólo están en pareja, sino que están esperando un bebe.

“Diego se quiere quedar, pero yo la dije que no quiere vivir acá para cuando nazca el bebe. Veremos la manera de ir a un hotel o de alquilar una casa”, cuenta Adriana, cuyo hijo ahora se mudó a una carpa contigua junto a su novia y su beba de un año.

Pipi es otro de los vecinos del campamento. En su caso llegó desde Pablo Podestá, después de separarse de su mujer y no tener una casa donde vivir. Comparte una carpa con dos amigos. Ellos, además de trabajar como cuidacoches, encontraron otro negocio para sobrevivir: traen lombrices del arroyo de Morón y las venden a los pescadores. Lo mismo hacen con las líneas que rescatan del fondo del río, de las que reciclan anzuelos y plomadas.

El río también les provee la comida. Casi todos los días su menú consiste en sábalos, bogas, bagres y hasta dorados que pescan. No les importa que el río esté contaminado. “El fuego mata todo”, dice Pipi, mientras cocina en una olla llena de grasa hervida dos bagres que serán parte de la cena de esa noche.

Texto de Pablo Kuperszmit.

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