Portada  |  19 enero 2019

"He Vivido": la historia de Jorge, un bicicletero de barrio

Sesenta años ininterrumpidos que trabajó arreglando pinchaduras y cambiando cadenas. Nuevo informe de Erica Fontana.

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Jorge Martín Godoy tiene 87 años, nació en San Luis capital, en una familia muy pobre. Su padre era carpintero y su madre era empleada doméstica. Él fue el mayor de diez hermanos. Vivían al lado de la vía, comían todos los días gracias a que a un par de cuadras de su casilla había un matadero que les entregaba las sobras.

A sus siete años, uno de sus hermanos se tragó una moneda y para poder extraérsela la madre vino a Buenos Aires con él y otro hermano menor, su padre se quedó con el resto de la familia en San Luis. Como no podía mantenerlos en Buenos Aires, la madre decidió repartir a sus hijos en dos cottolengos distintos, Jorge vivió durante tres años en el Cottolengo Don Orione. Recuerda que su madre lo visitaba cada 15 días, ella se turnaba cada semana para ver a sus hijos.

Su padre pudo venir a Buenos Aires recién cuatro años después, Jorge tenía 11 años. Alquilaron una casa en Estomba y Sucre. Su madre empezó a trabajar como cocinera en la Iglesia San Patricio.

En San Luis no fue al colegio y cuando estaba en Buenos Aires hizo hasta 5to grado. Por las necesidades económicas, trabajaba como ayudante en una panadería. Su patrón era ciclista y corría profesionalmente. Un día le prestó una bicicleta y allí comenzó su amor, nunca más la soltó.

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La primera bicicleta propia la recibió durante el gobierno de Perón a sus 15 años, allí empezó a correr en el circuito KDT de Palermo. En paralelo, empezó a trabajar en una bicicletería propiedad de un campéon de ciclismo: Cosme Saavedra. Empezó a competir profesionalmente y de esa manera a recorrer el país.

El amor llegó durante las competiciones. De manera fortuita conoció a su mujer, Dora, luego de ir durante tres años seguidos a los torneos en Mendoza, ella era vecina del circuito. Empezaron una relación por cartas durante varios años, él escribía muy mal y le pedía a un amigo el favor de escribirlas. Ella intuía que la persona que hablaba con ella personalmente en sus viajes esporádicos no era la misma que la que le escribía, él se lo develaría recién luego del casamiento.

Jorge decidió proponerle casamiento a Dora por carta, ella aceptó pero la madre de ella no sabía quién era Jorge y quería conocerlo para dar el consentimiento. Ella le dijo que Jorge era propietario y eso la entusiasmó, aunque Dora sabía que no lo era; apenas podían alquilar la casa familiar. La madre de Dora avaló el casamiento y se casaron en 1959

Su pasión por las bicicletas crecía día a día pero no tenía un taller propio. Recorriendo, encontró un local en Martinez. En esa época toda la zona norte era campo por lo que los vecinos y familiares se le reían y le decían que se iba a morir de hambre. Él redobló la apuesta, a las bicicletas le sumó un taller de motos.

El terreno donde hoy está el local estaba limpio, sin ninguna construcción. Sacó un crédito y le compró el lote. Fue construyendo y armando el local gracias a la solidaridad de un constructor que le ofreció ir pagando la edificación en cuotas. Ya no estaban solos, tenían a su primera hija Patricia; luego llegaron Graciela y finalmente Laura.

La bicicletería la tiene desde 1959, 60 años ininterrumpidos que trabajó arreglando pinchaduras y cambiando cadenas; algunas máquinas las tiene de la época en la que tenía 18 años). Dos de sus hijas y uno de sus nietos trabajan junto a él que con 87 años no hay un solo día que no esté martillando.

Dora falleció hace diez años, cuando a Jorge se le pregunta por ella se le llenan los ojos de lágrimas y dice que la extraña mucho.

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