Portada  |  14 diciembre 2018

"He Vivido": enviudó a los 65 años y decidió convertirse en sacerdote

Dos historias que demuestran que nunca es tarde. Informe especial de Erica Fontana.

Informes Especiales

Hugo Trinchero tiene 83 años, nació en Zarate, y aunque desde muy chico quiso ser sacerdote, su deseo se concretó de grande, cuando quedó viudo de Matilde, la mujer de su vida.

Después del retiro de su padre, la familia se fue a vivir a Villa del Parque y Hugo comenzó a estudiar en el colegio Lasalle. Allí empezó a formar parte de los grupos de jóvenes cristianos de Acción Católica y se despertó su vocación de sacerdote, aunque en ese momento la formación era en latín y le pareció muy difícil. Por eso eligió estudiar arquitectura en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Pero no se alejó de la fe. Mientras estudiaba comenzó a formar parte de grupos de jóvenes cristianos y así, por una compañera del grupo, conoció a la joven, que más tarde sería su esposa. Al principio empezaron a salir como amigos, hasta que llegó el día de la declaración de amor, durante una obra teatral. Ella dijo que sí y a los dos años se comprometieron y casaron.

La misa la celebró el padre Carlos Mugica, a quien conocían de los grupos de Acción Católica y con quien estuvieron hasta el día que lo asesinaron las balas de la Triple A. Dos hijas y más tarde, nietas. Después de recibirse, Hugo comenzó a trabajar como arquitecto en la facultad de Agronomía y luego ingreso a Banco Nación y allí se jubiló.

Después de jubilarse, Matilde se enfermó y al poco tiempo falleció. Era el año 2001 y Hugo tenía 65 años. En aquel momento comenzó a participar activamente de los retiros espirituales y fue Mario Poli (Actual arzobispo de Buenos Aires) quien vio en él la vocación de sacerdocio y habló con Bergoglio para que lo recibiera.

El actual Papa Francisco lo llamó y le dijo: “A tu edad si fueras solterón te diría que no, pero por tu vida te digo que te acepto en el seminario, quiero que te ordenes antes de los 70 años.

Así Hugo se formó como sacerdote y el 19 de noviembre de 2005 se ordenó. Hoy en día está en la parroquia Sagrada Familia y cuando no da misa cuida de sus nietas en sus ratos libres.

OTRO CAMBIO DE VIDA RADICAL

Susana Esmoris tiene 74 años y fue una empresaria exitosa hasta que 1995 decidió dar un vuelco en su vida, dejar de lado su vida profesional y comenzar a transitar el camino de la solidaridad.

Todo comenzó mientras visitaba a su hermano enfermo en el Hospital Muñiz, allí conoció a un nene de 9 años cuyos padres tenían HIV y estaban muy graves; ella se hizo cargo del menor.

Sus dos hijas ya tenían más de 30 años cuando le contó a su marido Hugo, quien conoce desde los 15 años, su sueño de poder torcer el destino de niños huérfanos o que por distintas razones habían sido abandonados por sus familias.

El proyecto fue generar un espacio en contacto con la naturaleza donde los nenes pudieran formarse en un ámbito de contención y mucho amor. Encontró un campo en Carlos Keen donde poder concretar su idea, pero había un inconveniente: no tenían los fondos para poder comprar esas tres hectáreas de tierra.

Susana no lo dudó y se endeudó hasta hipotecar su casa, para poder dar albergue a los niños. De esa manera comenzó Camino Abierto. Al principio con unos pocos chicos, hasta que luego se fueron sumando niños derivados por juzgados de menores que encontraron en Susana una familia. Para poder sostener el emprendimiento la fundación tenía y tiene un restaurante donde cocinaron los chefs más reconocidos del país. Los niños crecieron y se tranformaro en hombres y mujeres que pudieron emprender su propio camino. Hoy en día, no viven chicos allí, aunque funciona aún la granja y el local gastronómico.

Hugo, su compañero de toda la vida, falleció años atrás. Con el dolor de haber perdido a su marido a cuestas, Susana sigue adelante y vive cada día como si fuera el último. Cuando mira hacia atrás se le dibuja una sonrisa, sabe que fue feliz.

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