“En estas condiciones climáticas hubiese sido imposible hacer el golpe, lo tendríamos que haber pospuesto un par de días”, asegura mientras cruza la calle Perú bajo el resguardo de un paraguas.
Ese 13 de enero, Alberto fue el primero en entrar al banco con una réplica. “Las armas que teníamos eran de juguete, le sacamos la pistola al policía que custodiaba la entidad para asegurarnos que las cosas no se nos fueran de las manos”, dice mientras mira los escalones que lo llevan al ingreso del banco.
“Antes del golpe, vinimos cientos de veces, porque afuera necesitábamos tener el lugar exacto donde estaban las cajas de seguridad, están exactamente un piso abajo a esta altura”, cuenta desde la vereda.
“El delantal distorsiona la figura, también tenía una peluca oscura, todos nos cambiamos el aspecto; el único que entro con la cara tapada era Araujo, lo que pasa es que era de la zona y encima lo habían agarrado sacando fotos un año antes”, dice.
De La Torre cuenta que ya se retiró del delito, “yo gano más trabajando ahora; igual tampoco podría volver a robar porque mi cara ya salió en todos lados, por más que quisiera no puedo”, relata sonriente.
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