Portada  |  22 febrero 2019

Bettina, una vida muy vivida

A los 89 años recuerda junto a Erica Fontana cómo llegó a la Argentina desde Alemania y los mejores años de su vida.

Informes Especiales

Betina Goldstein tiene 89 años y nació en Luckenwalde, Alemania, un pueblo cercano a Berlín. Fue hija única de un matrimonio conformado por diseñadores de interiores. En ese entonces era poco habitual que las mujeres se dedicaran al diseño, su madre fue una de las primeras mujeres en dedicarse a eso (cuando se recibió de diseñadora tuvo que ir con traje a recibir el diploma).

“No tuve una infancia normal, los últimos años en Alemania los pasé muy mal por ser judía”, dice con dolor. Lograron venir a la Argentina un mes antes que se desatará la Segunda Guerra Mundial. Su padre había venido un año antes. Betina a sus 89 años todavía conserva los pasaportes sellados por el Tercer Reich.

En Argentina fueron a vivir a la localidad de Rivera, un pueblo cerca de Carhue, en la provincia de Buenos Aires. Allí llegaron a una colonia de judíos que estaba asentada en medio del campo. Cada familia tenía adjudicada entre 60 y 80 hectáreas que explotaban, no había vínculos diarios con los vecinos; Betina sólo tenía una amiga que vivía relativamente cerca.

Para ir al colegio tenían que ir hasta el pueblo, por la distancia sus padres decidieron que ella se quedara a vivir en una casa de familia y la veían una vez por semana. Ella no entendía absolutamente nada de castellano, ir al colegio era muy traumático. Durante un año fueron a clases en el pueblo, luego los colonos contrataron un docente que les daba clases de castellano a los niños de la comunidad. Su educación escolar fue muy precaria.

A sus 13 años su madre decidió irse a vivir a Capital Federal y su padre quería quedarse en el pueblo. Por esa diferencia se separaron definitivamente cuando ella cumplió 15 años. Allí comenzó una etapa de fuertes restricciones económicas, Betina comenzó a trabajar en un hogar de niños inmigrantes como niñera y allí también fue a vivir; su madre compartía casa con una amiga. Su padre falleció al año siguiente y las cosas empeoraron en la economía familiar. “La salida con mis amigas era comprar una pizza con 20 centavos en Las Cuartetas, y la repartíamos entre las tres; no teníamos plata para otra cosa”. A los 16 años decidió terminar el colegio, dio los exámenes libres para terminar séptimo grado en el colegio Pestalozzi, de la comunidad alemana.

A su marido lo conoció en un baile de la comunidad judía en Mataderos, una amiga la invitó al evento mediante un telegrama (los teléfonos casi no existían). Esa noche, lo conoció en el bar del lugar; él se encargaba de atender el lugar. Se casaron luego de nueve meses de noviazgo. Tras el casamiento ella comenzó a trabajar en un negocio de lencería en el Once y él en una fábrica de salchichas. Una vez que se casaron intentaron conseguir vivienda para alquilar pero se les hacía imposible, Perón había congelado los precios de los alquileres y los dueños de las casas quitaron las propiedades de la oferta. Por casualidad, consiguieron una casa en Belgrano donde tuvieron a sus dos hijas.

Su marido no quería que ella trabajara, esos años los recuerda con muchos problemas económicos familiares. Recién seis años después pudieron comprarse una casa. Con su marido la relación duró 16 años, decidieron separarse y conservaron una buena relación hasta el día que él falleció.

Betina por “un golpe de suerte”, como ella describe la situación, consiguió un trabajo como ayudante de maestra jardinera en un colegio alemán. Sus antecedentes en el hogar de inmigrantes y su dominio del idioma le abrieron las puertas. Al poco tiempo por sus capacidades con los chicos le dieron la oportunidad de ser maestra en el primario. “Los años más lindos de mi vida fueron en el colegio, encima de divertirme ganaba plata”. A esa altura Betina tenía 42 años; se jubiló siendo docente en ese colegio. “Pensar que yo tuve una educación muy precaria y terminé formando chicos, todavía no lo puedo creer”.

Una de las hijas de Betina falleció hace unos años atrás, hoy en día vive sola en un departamentito de Colegiales. “Tuve dos hijas, 4 nietas y 8 bisnietos; siendo hija única bastante bien, ¿no?”, dice sonriendo.

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