Portada  |  20 mayo 2019

Adictos al sexo: lejos de disfrutarlo, lo padecen

Pornografía y relaciones ocasionales con varias personas al día . ¿Cómo se controla?

Informes Especiales

Desde el año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la incluyó en la lista internacional de enfermedades. Sin embargo, la adicción al sexo sigue siendo un tema tabú, lo que hace que muchas personas que la padecen tengan un problema adicional: sienten pudor por reconocerlo y por tratarse.

Lo cierto es que no sólo existe. Según los estudios con que se cuenta, afecta al 5% de las personas, una de cada 20. En nuestro país existe Adictos Sexuales Anónimos (ASA) -www.saa-argentina.com- un grupo que realiza reuniones en la Misión Jesuítica, en Congreso, o en la Iglesia Nuestra Señora de Loreto, en Palermo, para tratar de controlar la adicción.

Par eso utilizan el método de los 12 pasos, el mismo de los adictos al alcohol, con el fin de dominar una enfermedad que, en casi todos los casos, mantiene a sus vidas en jaque.

Esteban es uno de ellos. Tiene 53 años y hace 15 empezó a sospechar que el comportamiento compulsivo que tenía con el sexo podía ser parte de un trastorno. Con dudas se acercó al grupo y después de unos meses comprobó no sólo que era adicto. “Era recontra adicto”, cuenta.

Su necesidad de satisfacer el deseo sexual lo llevó a perder parejas y, sobre todo, a atravesar numerosos cuadros depresivos, porque “el sexo deja de ser algo placentero, es sólo la manera de tapar otros problemas que uno tiene”, explica.

Lo mismo le sucedió a Ana, quien, después de cortar una relación violenta con su pareja y perder tres embarazos, buscó en el sexo compulsivo una vía de escape. “Yo me la pasaba conociendo hombres por aplicaciones a las que subía video míos teniendo sexo. Enseguida nos encontrábamos solo para tener sexo. Llegué a estar con seis o siete en un mismo día y en lugares tan insólitos como la escalera de mi casa o la vía pública, en Chacarita”, recuerda.

El caso de Rafael es otra cara de la misma moneda. Su problema es básicamente el consumo videos pornográficos. “Llegué a estar siete días casi sin dormir y sin comer mirando pornografía y masturbándome”, confiesa.

Ahora muestra orgulloso la medalla que le dieron hace unos meses, cuando cumplió dos años “de abstinencia”, como le llaman al hecho de no tener recaídas. “No significa que no tengamos sexo, significa que podemos tenerlo de manera normal, sin que nos trastorne la vida”, sostiene.

Para Ana su problema era la masturbación compulsiva. Se pasaba todas las noches sin parar de masturbarse. Tanto que su vida estaba alterada por completo. Ni siquiera lo disfrutaba. Es que, aunque suene paradójico, para un adicto, el sexo no es un placer. Es un tormento.

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