Portada  |  03 julio 2020

He sobrevivido: "Estoy curada, pero el miedo no se va”

Fue la paciente número 6 en ser diagnosticada como positiva en el país. El testimonio de Lucía Correa.

He Sobrevivido

Lucía Correa tiene 72 años y vive en Flores. En febrero fue de vacaciones a Jerusalén junto a su hija mayor y el mismo día en que volvió a la Argentina comenzó a sentir los primeros síntomas de COVID-19.

Fue la paciente número 6 en ser diagnosticada como positiva en el país.

Lucía nació en la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de Flores, donde hoy vive. Su infancia fue “muy sencilla pero muy divertida”, dice, y estuvo marcada por las dos cosas que aún hoy son un refugio personal: los libros y la música.

En la planta baja de la primera casa en la que vivió con su familia funcionaba la librería de sus tíos, donde leía a escondidas. Allí también estaba el conservatorio de música de su abuela, sus dos pasiones al alcance de la mano.Con el tiempo la librería se mudaría al centro, a Marcelo T. de Alvear y Esmeralda.

En ese lugar ganaría un cliente muy especial, un vecino que acostumbraba pasar de ven en cuando: Jorge Luis Borges. Lucía todavía recuerda la emoción al verlo una tarde atravesar la puerta junto a María Kodama.Su amor por los libros la llevó a comenzar la carrera de Letras, pero no la terminó. Tenía 20 años cuando conoció a Enrique, su “único amor”, confía.

Charlaron, bailaron y quedaron en contacto. Ese mismo año, 1968, recibió también el primer gran golpe de su vida con la muerte de su mamá, por un cáncer de mama.

En 1970 se casó con Enrique, ambos con 22 años. Tuvieron 6 hijos: 3 varones y 3 mujeres. Él trabajó en Ferrocarriles y luego en Entel, que más tarde se convertiría en Telefónica y de donde lo echarían en el año 2000. La crisis del 2001 lo encontró sin trabajo y con seis chicos, cinco de ellos en edad escolar.

Entonces llegó una propuesta inesperada: comprar un negocio gastronómico, uno que desde hacía 40 años había pertenecido a una familia italiana, una pizzería conocida en el barrio de Paternal por su inigualable “torta de ricota”, su marca registrada. Era GINO, un clásico de avenida Juan B. Justo y Bufano, que aún funciona .

Lucía admite haber tenido miedo cuando apostaron a Gino para salvar a la familia. “Enrique sólo sabía hacer ñoquis caseros”, dice. Pero los antiguos dueños lo entrenaron durante cuatro meses y les enseñaron los trucos de sus recetas. Mientras tanto el país se preparaba para atravesar una de las peores crisis de su historia.En 2017 falleció Enrique. “40 años de casados y el único amor de mi vida”, repite ella, cuando recuerda el diagnóstico que se lo llevó en tan solo un año. Fue entonces que decidieron vender Gino y compartir, tal como los antiguos dueños habían hecho con ellos, los secretos de su cocina con los nuevos propietarios.

Y cuando Lucía se disponía a disfrutar de la tranquilidad de sus 72 años, fue que la vida la puso frente a frente con un obstáculo impensado: el coronavirus. Se contagió en febrero durante un viaje que realizó con su hija mayor a Jerusalén y fue la paciente número 6 del país.

Llegó un jueves a la Argentina y por la noche sospechó algún síntoma. El viernes no le quedaron dudas de que algo le pasaba así que agarró su cartera, su celular, y se fue a una clínica de Flores. “Vengo de viaje y tengo 38 de fiebre”, soltó en la guardia. Allí comenzó el desfile de personas con trajes de astronautas y le dieron la noticia del positivo.

Admite que tuvo miedo. “Estaba nerviosa, claustrofóbica”, describe cuando recuerda los días en la clínica. De sus días internada recuerda que un día interceptó a un médico que iba “vestido de marciano”, para preguntarle sin vueltas: ¿doctor me voy a morir?. A pesar de todo, de su edad de riesgo, de haber sido una de las primeras contagiadas de la Argentina, Lucía logró vencer al Covid-19 y volver a su casa de Flores.

Ahora, en el peor momento de la pandemia, le cuesta creer que ese virus que pone en jaque al mundo, sea el mismo que le tocó enfrentar. La preocupan sus hijos, sus nietos y aunque no tenga síntomas y crea que el tratamiento puede haberle dado inmunidad ante el contagio, aclara que después del covid-19: “El miedo no se te va, aunque te hayas curado”.

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