Portada  |  24 junio 2019

Presentan un documento feminista para erradicar la violencia de género del tango

Pregonan un tango sin letras misóginas, sin códigos machistas y con orquestas con mayor participación de mujeres.

Actualidad

Un día como hoy, hace 84 años, fallecía Carlos Gardel, quien hoy se vería sorprendido por el Movimiento Feminista del Tango, colectivo que presentó una guía para resolver situaciones de violencia, acoso o incomodidad en los salones de baile. 

Ana Zeliz, socióloga especialista en temas de violencia de género, es una de las integrantes del Movimiento Feminista del Tango. Redactó el protocolo junto a Mónica Ogando, Natalia Giacchino, Soraya Rizzardini González y Natalia Terán, bajo el ala de un colectivo que comulga y apoya las causas feministas desde la militancia. 

El protocolo no es un documento fundacional, punitivo o restrictivo. Fue concebido como una guía de propuestas, una carta de advertencia y prevención, una transcripción de consejos desde una óptica feminista para acompañar la transformación cultural de las milongas y del tango. Busca convertirse en un testimonio flexible, sujeto a autocríticas y revisiones periódicas.

Lo firma el Movimiento Feminista del Tango (MFT), una organización colectiva horizontal, que surgió en 2018 con el propósito de "gestionar herramientas y acciones tendientes a lograr efectivamente la igualdad entre todes les integrantes de la comunidad tanguera", según reza e el documento fundacional.

Su lucha, dicen, es por eliminar todas las formas de violencia de género. Su causa radica en los espacios donde el tango vive: las milongas. El colectivo se nutre de bailarinas, profesoras, cantantes, músicos y milongueras de ley, nuevas y legendarias, que percibieron en las pistas escenas inconsistentes con sus perspectivas feministas.

El tango, históricamente, fue un refugio de alta predominancia del hombre: donde el varón marca el ritmo y la mujer se dedica a acompañar. La tradición milonguera supone un juego de roles en el que la mujer se sienta a esperar el "cabeceo" de quien tiene la facultad de invitarla a bailar. Lo catalogan como un parámetro binario, un concepto de poder y una forma de superioridad que ya no toleran.

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