Portada  |  06 diciembre 2016

Policías salvan con RCP a un bebé que se atragantó con una salchicha

La mamá corría desesperada y dio con una patrulla que socorrió al nene y lo trasladó al hospital. En el trayecto, le aplicaron RCP y le empujaron hacia adentro la comida que obstruía la garganta, hasta que logró respirar.

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El domingo pasado por la tarde los integrantes del Comando de Patrullas de La Matanza Patricio Cabrera y Esteban Figueroa recorrian la zona de Av. Crovara y Cristiania, en la localidad de Isidro Casanova, cuando se les acercaron dos mujeres desesperadas que llevaban en brazos a un bebé inconsciente.

El pequeño, que estaba morado, se había atorado con un trozo de salchicha, según el relato de una de ellas.

Los oficiales lo trasladaron al Hospital Paroissien de manera inmediata y durante el camino Figueroa le realizó en forma constante maniobras de RCP. Como el bebé no se recuperaba, introdujo los dedos en la boca y palpó el cuerpo extraño en la laringe del menor. Al no poder lograr expulsarlo, lo impulsó para que atravesara el conducto digestivo, lo que permitió que el bebé volviera en sí: comenzó a respirar y a llorar.

Al llegar al hospital, los signos vitales del pequeño se habían estabilizado. Los médicos continuaron las maniobras y le colocaron oxigeno. Hoy se halla fuera de peligro.

La asfixia es la cuarta causa principal de muertes no intencionales en niños menores de 5 años, de acuerdo con el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York; cada cinco días, al menos un niño muere por ahogarse con comida.

La comida es el factor principal en el 60% de los casos de asfixia pediátrica, según los centros para el control y la prevención de enfermedades.

La tráquea, o vía respiratoria, de un niño pequeño tiene aproximadamente el ancho de un sorbete, y si la comida o un objeto pequeño son inhalados en lugar de ser tragados, estos pueden bloquear las vías respiratorias. Incluso cuando algo se traga y se aloja en la garganta o en el esófago del niño, esto puede comprimir la tráquea lo suficiente como para afectar la respiración. Luego de tan sólo cuatro minutos sin oxígeno, el cerebro de un niño puede sufrir daño permanente. 

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